Más de 150 personas han tenido que ser atendidas tras verse afectadas por una misteriosa niebla tóxica que comenzó a diez kilómetros de Londres y que, luego, se desplazó hacia la costa de Sussex. Los pacientes presentaban problemas respiratorios e irritación en los ojos, aunque afortunadamente ningún caso revestía gravedad. Pero, ¿cuál fue la causa que desencadenó el suceso?

En un principio se pensó que podía tratarse de emisiones industriales tóxicas procedentes de la costa francesa, algo que ya había sucedido en alguna ocasión anterior. Pero los meteorólogos afirmaron que el viento y las condiciones climáticas hacían imposible que se debiera a ese motivo. Por otra parte, las personas afectadas aseguraban que la niebla olía de un modo parecido al cloro, aunque lo análisis realizados no encontraron restos de dicha sustancia.

Por eso, los especialistas creen que la hipótesis más factible es que se trata de un caso de inversión térmica. El aire atmosférico suele disponerse en capas según su densidad. Así el más denso se encuentra en las inferiores, más cerca del suelo, y el menos denso en las superiores. Lo normal, además, es que la temperatura de esas capas de aire sea menor conforme se gana altura. Pero si aparece una masa de aire muy frío sin que haya viento ni ninguna turbulencia que ayude a dispersarla o a mezclarla con las diversas capas de aire, dicha masa al ser más densa, cae al nivel del suelo y queda atrapada bajo las capas más cálidas.

Se produce así la inmersión térmica un fenómeno que atrapa la contaminación a ras del suelo, al evitar que las sustancias contaminantes asciendan y se dispersen por la atmósfera. Inglaterra ya conoce de sobra este fenómeno pues fue el mismo que causó la mortífera niebla londinense que en 1952 provocó alrededor de 12.000 muertes.

Vicente Fernández López