Diversos estudios habían revelado ya los peligros que la contaminación por plomo supone para el desarrollo intelectual de los niños. Concretamente, el pasado mes de marzo se conocieron los resultados de una investigación realizada por la Universidad de Duke en Nueva Zelanda, con 500 niños nacidos en ese país en 1972, en una época en la que las gasolinas todavía contenían plomo. Y se comprobó que sus cocientes de inteligencia eran 4,25 puntos inferiores a lo de otros niños que no habían sufrido esa exposición.

Lo cierto es que existe una conciencia global acerca de los riesgos de exposición al plomoa través de la pintura o la contaminación atmosférica. Pero, ahora, una nueva investigación realizada por expertos del Environmental Defense Fund (EDF), de Estados Unidos, pone el acento sobre otra fuente potencialmente peligrosa y que tiende a ser infravalorada: los alimentos.

El estudio (realizado solo con productos de venta en supermercados de EE UU) ha revelado, por ejemplo, que el 89% de los zumos infantiles de frutas contienen diversos niveles de plomo. Los autores de la investigación apuntan a que la vía de contaminación es doble. Por un lado, el propio suelo en el que se cultivan materias primas que componen dichos zumos y, por otro, las técnicas de envasado y conservación.

Los estudios realizados consideran que por cada micrógramo por día de plomo ingerido a través de la dieta, los niveles en sangre de esta sustancia crecen alrededor de 16 micrógramos por decilitro. Hay que señalar que un micrógramo es la millonésima parte de un gramo, una cifra realmente pequeña. Aún así, se considera que la exposición al plomo es nociva incluso en niveles realmente bajos. Aunque se tiende a considerar que los niveles de plomo en las sangre de un niño son preocupantes entre los 5 y los 10 micrógramos por decilitro.

Pero, ¿cómo puede afectar esa ingesta de plomo al desarrollo intelectual de los niños? Lo cierto es que es un terreno en el que resulta difícil sacar conclusiones, ya que el daño neurológico que se pueda causar depende de muchos factores. El principal de ellos la cantidad de alimentos contaminados que se ingiera, y la duración del período de tiempo en el que se produzca.

Con todo, la EPA (United States Envriomental Protection Agency), estima que de media puede producirse una disminución de 0,38 puntos en el cociente intelectual del niño. Dicho así, puede parecer que la cifra no es demasiado grande, pero es suficiente para condicionar en alguna medida la capacidad intelectual y profesional de la persona cuando alcance la edad adulta.

Fuente: IFL Science.

Vicente Fernández López