Sabemos que las piscinas, especialmente las públicas, pueden ser un foco de enfermedades comunes en época estival. Estamos familiarizados con los hongos, la irritación cutánea o los mal llamados «cortes de digestión». Pero seguro que nunca has oído hablar de la criptosporidiosis, una enfermedad oportunista ocasionada por culpa del parásito Cryptosporidium. Dicho parásito se puede encontrar en algunas comidas, tierra o agua contaminada y causa una diarrea acuosa que puede llegar a una a dos semanas. Excepto en el caso de las personas con sistemas inmunitarios debilitados, en la que puede llegar a ser letal.

El primer caso se reportó en 1972 y el segundo en 1993, el cual afectó a gran parte de la población de Milwaukee (Wisconsin, EEUU). En España, según explica un informe publicado por el Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Puerta del Mar (Cádiz), «la criptosporidiosis no es una enfermedad sujeta a vigilancia, aunque algunas Comunidades Autónomas ya la incorporan a la lista de Enfermedades de Declaración Obligatoria y, en un futuro, está prevista su incorporación en todo el país, siguiendo directrices de la Unión Europea».

Gracias al Sistema de Información Microbiológica, basado en la notificación semanal voluntaria por parte de los laboratorios de Microbiología Clínica y que recoge aproximadamente datos del 25% de la población española, los datos en nuestro país no son especialmente preocupantes, teniendo una media de un centenar de casos al año.

La mejor forma de prevenirla es evitar el contacto con ooquistes, animales de granja, agua no potable o bañarse en agua donde pueda haber restos de materia fecal. En el caso de las piscinas, el cloro no mata a este parásito. Tampoco lo hace la filtración o el tratado de aguas, por lo que debe ser analizada con frecuencia. En el caso de personas inmunodeprimidas, deben hervir el agua que ingieren o tomarla embotellada.

Rafael Mingorance