El aceite de palma vuelve a saltar a la actualidad tras la polémica suscitada por una discusión en twitter entre la periodista Samanta Villar y el community manager de la marca Hero. Pero este producto viene siendo fuente de polémicas desde hace muchos año,s a causa de sus efectos en la salud humana.

Se trata de un aceite de origen vegetal que se obtiene del fruto de la palma, y que se ha convertido en el segundo con mayor volumen de producción en todo el mundo, solo por detrás del aceite de soja. Está presente en numerosos productos procesados debido a su bajo coste.

Y uno de sus principales componentes es el ácido palmítico, un ácido graso saturado que numerosas investigaciones han calificado como una sustancia de riesgo para la salud, ya que eleva los niveles de colesterol y, además favorece el rápido desarrollo de metástasis cancerígenas.

Lo que no es tan conocido es que el ácido palmítico también está presente en la leche materna. Pero, que no cunda la alarma. Tal y como explica Marían García (doctorada en Farmacia y graduada en Nutrición humana y Dietética), en su blog Boticaria García, existen dos variantes de dicho ácido debidas a las diferencias en su estructura. Una es el beta-palmitato, que es la que se encuentra en la leche materna, y la otra el alfa-palmitato, que es la del aceite de origen vegetal.

Y la buena noticia es que, según un estudio realizado en 2015 por investigadores de la Comenius University de Bratislava, el beta-palmitato tiene efectos beneficiosos en el organismo del bebé, ayudando a que se absorban mejor los nutrientes.

Desafortunadamente, la versión alfa-palmitato no es tan positiva. Un reciente estudio realizado por Salvador Aznar, investigador del Institute for Research in Biomedicine de Barcelona, ha revelado que las dietas ricas en grasas saturadas favorecen el rápido desarrollo de los procesos de metástasis. Y entre las más peligrosas figuraba el ácido palmítico. Al añadirlo a las células tumorales en ratones, se vio que el proceso de metástasis se aceleraba de forma espectacular.

Por si todo esto fuera poco, el pasado mes de enero, la EFSA (la Autoridad Europea para la Salud Alimentaria) alertaba de los efectos cancerígenos del aceite de palma cuando se calienta a temperaturas superiores a doscientos grados. Aunque algunas de las marcas que lo emplean, se defendieron asegurando que nunca lo cocinan a una temperatura tan elevada y que esa advertencia debería servir para casi cualquier producto calentado a temperaturas extremas.

En otro ámbito, otro estudio realizado por investigadores del científicos del Deutsche Diabetes-Zentrum (DDZ) y del Centro Helmholtz de Munich (HMGU), ambos en Alemania, ha demostrado que una sola dosis (muy elevada, eso sí) de grasas saturadas procedentes del aceite de palma, ya produce una disminución de la sensibilidad del organismo a la insulina. Y no solo en los pacientes con diabetes, sino también en las personas sanas.

Parece que las evidencias de culpabilidad se acumulan, estudio tras estudio, sobre el aceite de palma. Pero, como explica Marían García en su blog, no todas las grasas saturadas son igual de nocivas. Y, dado que este aceite las acumula de forma generosa, la clave tal vez esté en realizar un consumo lo más moderado posible de este producto.

Vicente Fernández López