Vivimos en la era del bótox, y solo hace falta echarle un vistazo a una revista del corazón para darse cuenta. Lo que nadie podía imaginar es que la nueva tendencia iba a ser inyectárselo en el escroto masculino. Y, seguro que muchos se preguntarán: ¿por qué iba a querer alguien hacer algo así?

La respuesta es sencilla: La idea es que el tratamiento con bótox suaviza la piel que envuelve a los testículos, dejándola más tersa, lo que provoca que los genitales masculinos parezcan mucho más grandes.

Como no podía ser de otra manera, esta moda (bautizada como scrotox) ha comenzado en Estados Unidos, donde muchas clínicas ya ofrecen este tipo de tratamientos a un precio que para la gran mayoría resultará desorbitado, ya que supera los tres mil euros.

Lo que no parece muy probable es que esa tendencia vaya a llegar a España. Y no porque aquí los varones no estemos ansiosos de lucir unos genitales como los de un titán, sino porque nuestra legislación en principio no permite un tratamiento estético de ese tipo. La Agencia Española del Medicamento solo autoriza el uso de esta sustancia con fines estéticos para la zona frontal del rostro y para las patas de gallo. Eso significa que aplicar ese tratamiento al escroto masculino sería ilegal. Aunque hay una salvedad.

En Quo nos pusimos en contacto con la doctora Antonia Banda, especialista en Medicina Estética de la Clínica Menorca, quien nos comentó: «Si lo recomienda el especialista pertinente, el urólogo por ejemplo, si se podría hacer. Imaginemos el caso de alguien que ha sufrido daños o quemaduras en sus genitales, y en urología y psicología le recomiendan recurrir a este tratamiento estético para mitigar el trauma. Eso sería perfectamente legal. Aunque no conozco a nadie en España que haga este tipo de tratamientos todavía».

Pero, ¿este tipo de intervención tiene alguna consecuencia negativa? Según nos explicó la doctora Antonia Banda:»Las dosis de bótox que se emplean en tratamientos estéticos no son elevadas así que, con una similar, no tendría que haber efectos perjudiciales para la salud del paciente. Pero por el elevado precio que he visto que tienen esos tratamientos, me da la impresión que la dosis tiene que ser muy elevada, aunque no lo se con certeza»

Según los especialistas estadounidenses, la operación dura algo menos de una hora y requiere anestesia. Pero lo peor viene con el postoperatorio, ya que el paciente tiene que estar seis semanas sin hacer esfuerzos y movimientos bruscos, lo que incluye también la recomendación de no tener relaciones sexuales en ese período.

Y, respecto al resultado, aparte de dejar los testículos con una apariencia tan suave como si de la piel de un bebé se tratara, parece ser que el tratamiento también tiene el efecto colateral de reducir la sudoración en esa zona tan íntima. Según explicó Mark Norfolk, director médico de la Clínica Transform, en Manchester, al diario The Sun: “La toxina no deja de ser un fármaco y bloquea la acetilcolina en las glándulas sudoríparas del escroto”.

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Vicente Fernández López