Aproximadamente a la tercera semana de gestación comienza un proceso vital en el feto: la migración neuronal. Este consiste en el desplazamiento de las células nerviosas desde el tubo neural hasta su destino. Miles de neuronas viajan guiadas por proteínas y llevadas por los vasos sanguíneos para cumplir su función. La alteración de este mecanismo, tiene graves efectos en y poco después comienzan su migración . Dos años atrás un equipo de investigadores del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) y de la Universitat de Barcelona (UB), demostraron el mecanismo que regula la migración de células implicadas en el desarrollo cerebral, específicamente las células Cajal-Retzius, cuya ausencia o merma en el número adecuado, puede producir lisoencefalia de tipo I, una enfermedad en la que la corteza cerebral es lisa, sin circunvoluciones, lo que conlleva retraso mental y alteraciones en el control del movimiento.

Ahora, un grupo liderado por Sara Gil-Perotin, neuróloga del Hospital Universitari i Politècnic La Fe, junto a José Manuel García Verdugo del Instituto Cavanilles de la Universitat de València y expertos de la Universidad de California, han señalado la existencia de una migración masiva de nuevas neuronas que, partiendo de las paredes ventriculares cerebrales, invaden toda la corteza prefrontal, área que está relacionada con funciones cognitivas y de ejecución.

Este proceso se produce en el momento en el que el cerebro comienza a interactuar con el entorno. La cantidad de nuevas neuronas, miles de ellas, unidas a los estímulos desconocidos incrementan rápidamente el tamaño y la complejidad de la corteza prefrontal.
“Estas células – explica Verdugo en un comunicado enviado a la prensa –, que se diferencian en neuronas inhibidoras, serán las responsables de modular la información compensando el efecto de las neuronas excitatorias, equilibrando la actividad del cerebro humano y contribuyendo a la plasticidad de sus circuitos. Es precisamente aquí donde un error podría dar lugar a desórdenes neurológicos”
Para analizar las migraciones, los científicos recurrieron a finas secciones obtenidas a las pocas horas del fallecimiento y en ellas marcaron con fluorescencia las células migratorias. Gracias a esto pudieron ver cómo éstas se desplazaban en cadenas e, incluso, cómo algunas se separaban para migrar individualmente hasta llegar a su destino final.

Estas migraciones ocurren principalmente en los primeros tres meses de vida pero persisten hasta alrededor de los siete meses, siendo ya muy escasas las que se encuentran a partir de los dos años. A partir de los seis años ya no se detectan. “Dada la naturaleza dinámica del lóbulo frontal en las etapas de lactancia – explica Gil-Perotin –, las lesiones en el cerebro durante el periodo neonatal y hasta eltercer trimestre de embarazo, podrían afectar al reclutamiento neuronal de la corteza prefrontal, dando lugar a ciertos déficits neurocognitivos y sensorimotores tales como epilepsia, parálisis cerebral y desórdenes del espectro autista”. El estudio, Extensive Migration of Young Neurons into the Infant Human Frontal Lobe, ha sido publicado en la revista Science.

Pero no solo las lesiones pueden alterar el mecanismo migratorio neuronal. Este también puede verse afectado por «estrés, malnutrición y enfermedades víricas – concluye Gil-Perotin en conversación telefónica con Quo –, cualquier factor que altere el metabolismo puede influir en la migración. Para esto no hay cura, pero sí puede haber prevención. Los cuidados durante el primer año de vida resultan fundamentales. Las infecciones víricas sobre todo, afectan directamente al sistema neurológico. Hasta ahora se pensaban que los bebés tenían mucha resistencia, pero hay que ser muy cuidadosos».

Juan Scaliter