La escritora Lady Montague viajó en 1717 junto a su marido, el embajador de Gran Bretaña, al Imperio Otomano. Allí observó, sorprendida, que los turcos tenían la costumbre de inocularse pus procedente de la viruela, luchando así contra sus síntomas. Lo probó con sus hijos y sorprendida, comprobó que funcionaba. Al final del siglo, el médico Edward Jenner inventaría la primera vacuna contra la viruela. Sin embargo, ninguno de los dos imaginaría el alto nivel de sofisticación que tomaría su método gracias a la biotecnología. Unos científicos han conseguido introducir un alérgeno (la sustancia capaz de desencadenar una respuesta alérgica) en el interior de una nanopartícula, potenciando así el efecto de las vacunas.

El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences USA, se trata de una investigación conjunta entre Stephen Miller, de la Universidad Noroccidental (Estados Unidos) y Lonnie Shea, de la Universidad de Michigan. Su intención ha sido la de mejorar la seguridad de las vacunas contra la alergia, que han de contener alérgenos para ‘domesticar’ al sistema inmunitario o al menos, impedir sus a veces impredecibles reacciones.

Para ello, los investigadores decidieron escoger a ratones alérgicos a la ovoalbúmina, una proteína procedente del huevo. Después cargaron nanopartículas con esas proteínas, desarrollando una potente bomba alérgica, y las inyectaron en cinco ratones. Los alérgenos, disfrazados en las nanopartículas, desfilaron por las defensas del cuerpo sin que éstas observaran nada extraño. Y ellas, al observarlos sin percibirlos como una amenaza, los sacó de su ‘lista negra’.

Como consecuencia, a pesar del cóctel de alérgenos, los ratones no presentaron ninguna inflamación en las vías respiratorias. Los investigadores quisieron, sin embargo, asegurarse del todo. Expusieron a los animales a la ovoalbúmina (esta vez sin nanopartículas) y vieron que seguía sin producirse ninguna reacción. Observaron, además, que había aumentado en la sangre el número de linfocitos T, capaces de regular el funcionamiento del sistema inmunitario.

Hasta ahora, reacciones como el asma o la rinitis alérgica (fiebre del heno) han podido mitigarse gracias a las vacunas. Éstas también pueden servir para derribar la enemistad del hombre hacia el polen, los ácaros, el moho o la mascotas. No obstante, se diferencian de las nuevas vacunas en su durabilidad: son temporales. Con el tiempo, la sustancia le gana la batalla al sistema inmunitario y vuelta a empezar.

Según Nari Nadeau, director del Centro Sean Parker N. para la Investigación de Alergias y Asma de la Universidad de Stanford, las nanopartículas podrían ser la clave para combatir gran cantidad de alergias y trastornos autoinmunes como la esclerosis múltiple. Esto se debe al poder que tienen las nanopartículas para cargarse de un amplio espectro de sustancias, con orígenes como el polen o los ácaros del polvo. Los investigadores ya han demostrado su capacidad para luchar contra la alergia a los cacahuetes. Ahora han decidido focalizarse en un objetivo ambicioso: ensayos clínicos para la celiaquía (reacción a las proteínas del trigo).

Redacción QUO