La ciencia lleva décadas afanándose en encontrar una cura contra la malaria. Todo para descubrir finalmente que el secreto podría poseerlo un inocente pollito. Eso es lo que reconoce una investigación reciente realizada por científicos de la Universidad de Addis Abeba (Etiopía) y de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas.

Eau de pollo

Según explican los científicos en Malaria Journal, los mosquitos que transmiten la malaria tienden a evitar alimentarse de algunas especies de animales, como por ejemplo, los pollos. Eso implica que si nosotros olemos a Gallus gallus domesticus, mantendremos a raya a los mosquitos que transmiten el paludismo.

Llegaron a estas conclusiones tras observar que los Anopheles arabiensis, principales responsables de la transmisión de la malaria en el África subsahariana, evitan investigar si los pollos tienen algún tipo de anfitrión del que poder alimentarse. Es decir, estas aves son una especie que no sirven de huésped para este cruel mosquito.

Según explica Rickard Ignell, uno de los investigadores: «nos llamó la atención descubrir que los mosquitos transmisores de la malaria son repelidos por los olores que desprenden los pollos. Esta investigación demuestra por primera vez que evitan alimentarse de algunas especies y que lo hacen motivados por una cuestión de olor«.

Con el fin de descubrir qué especies evitaban activamente los mosquitos, los investigadores recabaron datos de animales domésticos y seres humanos en tres aldeas de Etiopía. Además, también cazaron diversos mosquitos para conocer el origen de la sangre de la que se alimentaban.

Vade retro mosquito, soy un pollito

Se da el caso de que las personas que viven en estas aldeas, comparten su hogar con el ganado, lo que convierte a los humanos en el blanco perfecto para los mosquitos. Según descubrieron los investigadores, prefieren la sangre humana a la de cualquier animal en el interior. Ya en exterior se alimentan un poco aleatoriamente, prefiriendo el ganado caprino o bovino, pero evitando los pollos en ambos casos. A pesar de que era el animal más abundante.

Fue entonces cuando los científicos se preguntaron qué olor era el que atraía o alejaba a los mosquitos. Por ello, tomaron muestras de plumas, pelo y lana con el fin de valorar que aroma había presente en ellos. Al identificar cuáles estaban únicamente en la pluma del pollo, lo utilizaron para poner a prueba su capacidad para repeler a los mosquitos y… ¡voilà! se hizo «el milagro».

Colocaron trampas de mosquitos en 11 casas de paja durante 11 días. En otras, un voluntario dormía bajo una mosquitera sin tratar. Al finalizar el experimento, se percataron de que en las casas donde se habían colocado las trampas, habían capturado un número significativamente mayor que en las que no. También que dormir con un pollo al lado tiene el mismo efecto repelente.

Fuente: eurekalert.org

Redacción QUO