Nuestro sistema inmunitario está compuesto principalmente por los fagocitos, encargados de proteger nuestro cuerpo mediante el exterminio de bacterias. Para ello, utiliza dos mecanismos. El primero, la fagocitosis, mata a los cuerpos extraños dentro de la propia célula de los fagocitos. La célula envuelve al invasor y lo extermina mediante el uso de sustancias reactivas de oxígeno (ozono, peróxido de hidrógeno, lejía), generados gracias a la enzima NOX2 . Sin embargo, cuando el invasor es demasiado grande para atacarlo desde dentro, las células utilizan un segundo mecanismo de defensa que consiste en la expulsión de su material genético, es decir, su ADN. Este se transforma en redes pegajosas y envenenadas llamados «trampas extracelulares de neutrófilos» (NETs por sus siglas en inglés). Estas redes de ADN capturan las bacterias fuera de la célula y las matan.
Estas dos estrategias ya eran conocidas por los investigadores, pero sólo en los seres humanos y en otros animales superiores. Ahora, microbiólogos de la Universidad de Ginebra (UNIGE), Suiza, han descubierto que una ameba, la Dictyostelium discoideum, un microorganismo unicelular que vive en los suelos de los bosques, también recurre a estos dos mecanismos, y lo ha hecho desde hace más de mil millones de años. Dado que esta ameba posee un sistema de defensa innato similar a la de los seres humanos y es genéticamente modificable, los científicos pueden llevar a cabo experimentos en ella para poder luchar contra las enfermedades genéticas del sistema inmune. El hallazgo ha sido publicado en la revista Nature Communications.
En colaboración con investigadores de Baylor College of Medicine en Huston (EE.UU.), el equipo del profesor Thierry Soldati, del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Ciencias de UNIGE ha estudiado las estrategias del sistema de defensas de la Dictyostelium discoideum. Estas bacterias depredadores tienen la cualidad de que cuando el alimento escasea, se unen y forman un “animal” de más de 100.000 células. Cerca del 80% de ellas se convertirán en esporas que pueden sobrevivir sin comida hasta que el viento las arrastre hacia sitios donde pueden encontrar alimentos. El 20% restante se sacrifican para dar forma al animal, similar a una babosa. Sin embargo, hay un pequeño 1% restante que mantiene sus funciones fagocíticas. “Este último porcentaje se compone de células llamadas centinelas – explica Thierry Soldati – y constituyen el sistema inmune primitivo de la babosa ya que juegan el mismo papel que las células inmunes en animales. De hecho, también utilizan la fagocitosis y las NETs de ADN para exterminar las bacterias que pondrían en peligro la supervivencia de la babosa. Así, hemos descubierto que lo que se creía era una invención de los animales superiores es en realidad una estrategia que ya estaba activa en los organismos unicelulares hace mil millones de años”.

Juan Scaliter