Ya se sabía que el consumo habitual de alcohol puede afectar a largo plazo al cerebro. Pero, ahora, un nuevo estudio en el que han participado investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, ha analizado cuales son los efectos que provocan en el cerebro de los adolescentes prácticas como el botellón, o lo que es lo mismo, el consumo excesivo de alcohol en momentos puntuales.

Los autores del estudio analizaron mediante magnetoencefalografías la actividad cerebral de 73 estudiantes universitarios. De ellos, 35 (17 chicos y 18 chicas) admitieron tener borracheras ocasionales y 38 (21 chicos y 17 chicas) afirmaron que apenas bebían. Los voluntarios no pudieron consumir ningún tipo de bebida alcohólica durante las 24 horas antes de realizarse la prueba cerebral.

Y el resultado fue que los jóvenes que participaban en botellones con cierta frecuencia mostraban más alteraciones a nivel conductual y cognitivo que el resto. Concretamente, observaron que mostraban mayor déficit de atención y necesitaban más tiempo para procesar una determinada información. También presentaban en mayor grado problemas de memoria.

Estos datos, que se han publicado en la revista International Journal of Neural Systems, son solo un adelanto del estudio completo, que se hará público en breve. A grandes rasgos, los investigadores aseguran que cuanto más temprano se inicia el consumo excesivo de alcohol (y se considera excesivo cuando se llega a los 60/40 gramos de alcohol concentrados en una única sesión), aunque sea de forma ocasional, mayor es el riesgo de sufrir una alteración puntual de las conexiones cerebrales. Aunque, ahora, es necesario estudiar si esas alteraciones pueden provocar secuelas futuras en las funciones neurocognitivas. Dado que los voluntarios no eran bebedores habituales, aún no está claro si esas alteraciones se mantienen en el tiempo o si, por el contrario,desaparecen si se abandona o se modera el consumo de alcohol.

Redacción QUO