La trampa activa el sistema biológico de la recompensa que tiene el cerebro, de manera que algunas hormonas y neurotransmisores como la endorfina, la dopamina y la serotonina hacen que el individuo tramposo, cuando maquina algo que él considera vital para su supervivencia, se ve recompensado con una sensación de placer. En esta maraña de neuronas y sustancias interviene también la hormona leptina, registrando en el cerebro el efecto gratificante de esta conducta. Igualmente, la activación del estriado ventral es mucho mayor, por ejemplo, cuando un individuo gana más dinero que otros, según una investigación en la Universidad de Bonn, Alemania, que demostró que la comparación social determina el grado de placer. Cuanto más alto el estatus, mayor la satisfacción.

Pillados in fraganti. Ideal para el Cercanías. Ingenieros japoneses acaban de presentar en la Feria de Seguridad de Tokio una puerta robot que atrapa a los usuarios de tren tramposos que intentan colarse sin pagar. El dispositivo, creado por la empresa Glory, consta de ocho puertas y cámaras de seguridad, que registran y reconocen los rostros de las personas.

Se nos cae la cara de vergüenza. En un experimento realizado en la Universidad de Minnesota, el 71% de los estudiantes que tenían que entregar un trabajo al escuchar un timbre, hicieron trampa y siguieron. Cuando se les puso un espejo delante, el porcentaje se redujo a un 7%.

Según la RAE, es eludir con ardides o disimulo una ley, convenio o regla para provecho propio, una costumbre innata e inevitable.

Redacción QUO