Cada nariz es un mundo. Un mapa de largas distancias, como el del inglés Thomas Wedders, de quien se dice que cargó con un apéndice de 19 centímetros; o un reino de fragancias infinitas, como el del enólogo holandés Ilja Gort, quien aseguró su instrumento de trabajo por ocho millones de dólares; quizá un dominio estruendoso, como el de Donna Griffiths, famosa por pasar 978 días seguidos estornudando. Pero la verdadera riqueza de una nariz está en su interior, en la fría, oscura y húmeda cueva viva que bulle de actividad invisible. En ese mundo mandan los rinovirus (de ahí su nombre, pues rino significa “nariz” en griego), que están entre los virus más pequeños que existen. No merecen ser temidos: solo provocan resfriados. Es lo que se dice… eso, y que no es aconsejable infravalorar al enemigo. Al fin y al cabo, en la familia de estos patógenos hay ovejas negras, como el virus de la polio y el de la hepatitis A.

No es casualidad que el resfriado suela comenzar justo allí, en la nariz, una de las latitudes más frías del atlas del cuerpo humano. Su temperatura interior varía entre los 32 y los 35 grados centígrados –el órgano es tan sensible que algo tan sutil como mentir calienta el apéndice y hacer un gran esfuerzo mental desencadena el efecto contrario–. Esta circunstancia es vital para los rinovirus, hasta tal punto que los cien tipos distintos que han medrado en nuestras fosas nasales, a base de resfriarnos año tras año, habrían corrido una suerte muy distinta si tuvieran que haberse hospedado en cualquier otra habitación del hotel de nuestro cuerpo. Su historia es fascinante: escondidos durante milenios en nuestras propias narices, se han convertido en los fugitivos perfectos. Aunque los científicos ahora estrechan el cerco en torno a ellos.

La mayoría de los remedios que llenan los estantes de las farmacias no figuran en la lista de medicamentos útiles de la OMS

El primer rinovirus se aisló en 1956. No se ha perdido el tiempo desde entonces. Se ha descubierto que los patógenos están activos hasta tres horas en la piel. Sobreviven bien en superficies lisas como picaportes, mandos a distancia e interruptores, no en materiales porosos como los pañuelos de papel y la ropa de algodón. Abundan en entornos cerrados, especialmente donde están a salvo de las radiaciones ultravioleta y las personas tienden a posar sus manos; por eso, cuando nos cobijamos del frío del invierno también nos ponemos a tiro.

Las investigaciones han confirmado la conclusión a la que tantos padres habían llegado: los niños son los principales reservorios del resfriado. También han concluido que los anticuerpos tardan entre una y tres semanas en producirse, aunque solo lo hacen en la mitad de los casos; y persisten en el organismo alrededor de un año, el tiempo total que se estima que una persona pasa recuperándose de los resfriados al cabo de su vida. Incluso se ha desarrollado una buena manera de evitar la enfermedad, aunque no sea efectiva al cien por cien y muchos no se hayan dado por enterados: lavarse bien las manos con jabón varias veces al día y no llevárselas a la cara ahorra un buen número de estornudos.

[image id=»66939″ data-caption=»Los niños máspequeños, junto a los ancianos y a los enfermos, son especialmente sensibles a los resfriados.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Pero a los científicos les pesa el hecho de que las razones que conducen al resfriado, así como los patógenos que lo causan, son muchísimas y se relacionan de una manera extremadamente compleja. A medida que avanza, el estudio de los rinovirus continúa destapando conexiones sorprendentes. La probabilidad de sufrir un resfriado aumenta con el estrés, con la contaminación y con la densidad de la población. Incluso parece que se incrementa con el ejercicio intenso sostenido, mientras que disminuye con la práctica moderada.

Otro punto importante: los rinovirus se han ganado la fama de ser los causantes del resfriado, pero solo son responsables del 50 al 80 por ciento de los casos. El resto lleva la firma de otros cien tipos de virus: adenovirus, bocavirus, metaneumovirus, el virus sincitial respiratorio y ciertos coronavirus. La búsqueda del origen de un resfriado lleva hasta más de 200 virus. Por eso los médicos se sienten más cómodos con la expresión menos vaga “infección de las vías altas”.

“El término resfriado engloba una infección por múltiples virus y tiene síntomas más variados que la gripe, que está causada por virus muy concretos, pero el cuadro también es más banal”, puntualiza el neumólogo Juan Luis Rodríguez Hermosa, del Hospital Clínico San Carlos. Aunque eso es relativo. De haberle conocido, lo mas probable es que no se hubiera atrevido a emplear la palabra “banal” con Frank Sinatra. Al menos, si le hubiera atendido un mes antes de su cincuenta cumpleaños, cuando el periodista Gay Talese viajó a Los Angeles para escribir un famoso perfil sobre “la Voz” para la revista Esquire.

Según su artículo, el resfriado le había robado la joya de su voz, y con ella su arrolladora confianza. Y justo cuando tenía que grabar un importante programa especial de televisión llamado Sinatra, a Man and his Music, que incluía la grabación de 18 canciones. Por otra parte, se sentía notablemente inquieto por la emisión de otro programa sobre su figura porque cabía la posibilidad de que los periodistas abordasen temas turbios de su vida privada. Además, tenía que finalizar el rodaje de la última película en la que actuaba. Talese describe a un Sinatra alicaído, irascible, preocupado e incómodo, pugnaz en el bar y alterado en el plató. Hasta que se libra de su catarro.

Visto en perspectiva, puede que Sinatra estuviera bajo el influjo de las citoquinas. Estas proteínas, que se fabrican para combatir la enfermedad, se han relacionado con cambios en el comportamiento y el estado de ánimo, más proclive a la apatía durante los resfriados. También causan la inapetencia y el dolor muscular de la última fase de la infección. E inducen la fiebre en los niños y la incapacidad en los cantantes: Sinatra suspendió el primer intento de grabación del programa. Ni su voz eterna pudo rivalizar con la garra de uno de los virus más pequeños de la naturaleza.

Ni hay tratamiento, ni se le espera

El médico Ibn al-Quff (1233-1286) legó a la humanidad una dolorosa técnica quirúrgica. En la época del sirio se pensaba que las mucosidades características de infecciones víricas como el resfriado descendían directamente del cerebro. La dieta y los laxantes eran remedios habituales, pero había soluciones más drásticas para cuando no surtían efecto. Un cirujano podía recurrir a la cauterización. Según describió en un tratado, lo primero era rapar la cabeza del enfermo y buscar un punto determinado que está en algún lugar de la frente. El médico aplicaba ahí un hierro candente hasta que el hueso asomaba y el moco fluía fácilmente hacia el exterior.

Luego se tapaba la herida con algodón durante tres días y se aplicaba un vendaje recubierto de grasa hasta que el estropicio cicatrizaba.

El malestar de los resfriados se debe a la respuesta inmunológica del organismo, no a los daños propios de los virus que lo han provocado

Los más suspicaces pensarán que, para cuando la costra caía, había pasado suficiente tiempo como para que el cuerpo sanase por sí mismo, que es lo que suele pasar con los remedios del resfriado. Uno empieza a medicarse al superar el virus la fase de incubación, uno a cuatro días después de la infección, cuando los síntomas son evidentes. Lo habitual es que la enfermedad, que dura entre siete y diez días, mejore de manera natural a partir de entonces, así que el pronóstico irá a mejor ya sea con el tratamiento o sin él. Eso significa que uno puede colgar a la medicina una medalla que el sistema inmunitario se ha ganado sin su ayuda.

Pero sería injusto negar la eficacia de todos los tratamientos. La eficacia de la vitamina C, que parece objeto de una controversia eterna, fue confirmada en enero del año pasado en una revisión de 31 trabajos llevada a cabo por científicos de la Colaboración Cochrane. Las conclusiones son claras: la duración de los resfriados fue un 8 por ciento menor en adultos y un 14 por ciento en niños gracias a ella. También el zinc ha demostrado adelantar el ansiado momento de la curación.

La industria farmacéutica es más ambiciosa, lo suficiente como para aceptar el reto de desarrollar un fármaco antiviral. Las farmacéuticas ViroPharma y Sanofi-Synthelabo recibieron la mala noticia el verano de 2002: no obtendrían permiso para registrar en Estados Unidos el fármaco Pleconaril, diseñado para luchar contra los rinovirus. A pesar de que el fármaco acortó los resfriados todo un día y previno el 71 por cierto de los casos en los ensayos clínicos, los efectos secundarios dieron al traste con el intento. La historia de este fármaco avanza ahora hacia un futuro incierto. Otro compuesto prometedor es el GS-5806, que recientemente ha demostrado cierta eficacia experimental contra el virus sincitial respiratorio. Y no hay muchos más.

Como Jekyll y Hyde: un virus bueno y malo

“Identificar el virus no es fácil, y en muy pocas ocasiones se hace”, reconoce Rodríguez Hermosa. Actualmente, la herramienta más potente es la PCR múltiple, una técnica que amplifica el genoma de más de una decena de virus para detectar el causante de una infección. Pero se reserva para casos graves y estudios de investigación y epidemiológicos. “Si hablamos de un cuadro que dura unos días y hay que hacer ciertos estudios, e invertir en el tratamiento, podría ser costoso”, explica el neumólogo. Además, los resfriados son un importante entrenamiento para el sistema inmunitario.

[image id=»66940″ data-caption=»Los rinovirus, a la izquierda, y los coronavirusson los causantes principales.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Teóricamente, el hecho de que los resfriados provoquen fiebre en los niños y no en los adultos apunta a que los sistemas inmunológicos infantiles necesitan entrenamiento. Privar de la enfermedad durante los primeros años de vida sería negar a los hombres y a las mujeres del futuro la oportunidad de que sus defensas aprendieran quiénes son sus verdaderos enemigos y cómo maniobrar contra ellos. Con este enfoque, y teniendo en cuenta que el resfriado está causado por más de 200 virus diferentes, el desarrollo de una vacuna no solo parece poco probable sino que quizá tampoco sea lo más deseable.

En cualquier caso, no siempre es una enfermedad benigna. Los rinovirus causan alrededor del 80 por ciento de los casos de exacerbación del asma en niños y cerca del 70 por ciento en adultos, y el virus sincitial respiratorio conduce a un grado de hospitalización y de complicación similar al de la gripe en personas mayores de 65 años. Solo por eso, no es recomendable bajar la guardia ante un simple catarro, por mucho que la gran mayoría no constituya ningún problema y sea una patología autolimitada: es decir, que el propio cuerpo es capaz de neutralizarla.

Pero hay más. “A nosotros nos preocupan las personas mayores y las que tienen EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, una patología que origina importantes repercusiones de discapacidad y mortalidad), por ejemplo, o las que ya tienen otro tipo de trastorno, como diabetes, casos en los que un resfriado puede suponer una complicación”, subraya Rodríguez Hermosa. Y eso que los adultos no son los más castigados por las complicaciones.

En general, son más frecuentes en los niños, sobre todo antes de los dos primeros años de vida. “Por ejemplo, el virus sincitial respiratorio, que en personas sanas y en lactantes produce una infección de las vías respiratorias altas, en un 5 o un 10 por ciento de los casos deriva en una bronquiolitis”, apunta el jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario 12 de Octubre, Jesús Ruiz Contreras. “También se ha visto que en algunas neumonías que aparentemente son bacterianas y que no responden bien a los antibióticos pueden estar implicados algunos virus, y entre ellos, por ejemplo, los rinovirus”, añade el pediatra en su despacho del hospital madrileño, un centro de referencia a nivel nacional.

Lucha química contra los síntomas

[image id=»66941″ data-caption=»Calmante. La heroína fue un antitusivo hasta que se supo lo adictiva que era.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Muchos virus disminuyen la limpieza de las vías aéreas y facilitan la entrada de bacterias a través de la nariz, otros se cuelan gracias a la inflamación o abren el camino de sus congéneres ya en las células amenazadas; muchos otros se complementan de una manera que aún se desconoce… Este juego en equipo entre los distintos tipos de virus y entre los virus y las bacterias se denomina coinfección, y es la vuelta de tuerca definitiva en el estudio del resfriado. Ciertos estudios consiguen que los médicos arqueen las cejas. Por ejemplo, uno publicado en 2004 en la revista Nature Medicine, firmado por Shabir Madhi, que demuestra que la vacuna antineumocócica conjugada no solo disminuye la neumonía bacteriana, sino también la vírica. “Parece imposible que una vacuna bacteriana disminuya las infecciones por virus”, exclama Ruiz Contreras, “pero es así por las coinfecciones”. Es complicado medicar correctamente.

Hay unos 200 virus capaces de causar el resfriado: una vacuna y una cura que funcione para todos ellos es un logro actualmente imposible

Y la medicación que llena las farmacias, cuyo efecto se limita a los síntomas, no es muy útil. En opinión del médico, no debería administrarse a niños menores de dos años. “La mayoría no tiene efectos secundarios importantes, pero tampoco son fármacos cuya utilidad haya sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud”, apunta. Y excepcionalmente, asustan. Los antihistamínicos, que quizá sigan empleándose por ser buenos sedantes, pueden provocar depresión respiratoria. Y hay antitusígenos suspendidos cautelarmente porque el dextrometorfano que contienen se ha asociado a muerte súbita: “Se piensa que por dosificación excesiva, pero también hay que contar con que un padre se puede equivocar… y estás dando un fármaco sin eficacia probada”.

[image id=»66942″ data-caption=»El mentol se ha hecho fuerte en los remedios para la tos; hoy probablemente sea el compuesto más utilizado en estas formulaciones.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

El dextrometorfano no es una excepción. Hay otros componentes que se han limitado debido al uso recreativo. De hecho, un estudiante de química podría fabricar metanfetamina a partir de medicamentos para el resfriado. Aunque no es un fenómeno nuevo. Tomar heroína para la tos no era tan raro hace un siglo, cuando en las casa respetables aún podía encontrarse láudano, que es opio diluido en alcohol.

Los tiempos han cambiado, pero los intentos por curar el resfriado siguen sin dar con la tecla. Por eso, en lo que respecta a los niños, los consejos no pueden ser más claros. “En el resfriado común hay que mantenerlos suficientemente hidratados y a temperaturas no muy altas, de no más de 22 o 23 grados, para que las secreciones nasales sean fluidas, e intentar evitar los fármacos, que, aunque no tengan efectos secundarios importantes, sí añaden incomodidades”, remata Ruiz Contreras. Al menos esa cura es gratis. Solo cuesta paciencia.

Andrés Masa Negreira