Las arterias deben su nombre a que algunos estudiosos, como el anatomista Erasístrato, creían que, dado que en los cadáveres están vacías, por ellas solo circulaba el aire. Hubo quien pensó que eran el vehículo que utilizaban los espíritus para desplazarse a lo largo del organismo. La realidad es que sirven para el tránsito de la sangre oxigenada que bombea el corazón y llega a otras partes del organismo. Forman un gran sistema de vasos que comienza con las arterias aorta y pulmonar, y que se va ramificando conforme se alejan del músculo cardíaco. Se diferencian de las venas en que sus paredes son más gruesas, más elásticas y contráctiles.

Redacción QUO