Dos de la tarde. Sandra espera nuevamente su turno. Segundo día de práctica de meditación trascendental. Esta vez en un salón más grande. En él se observan fotografías del músico Paul McCartney, del cineasta David Lynch y tres en las que aparece Maharishi Mahesh Yogui, responsable de introducir esta técnica en Occidente. Todos ellos practicantes de este tipo de meditación.

Sandra está inquieta. No deja de mover el pie izquierdo y de acomodarse el cabello: le preocupa olvidar el mantra y asegura que sin él no podrá sanarse. ¿Será el mantra lo que produce el bienestar?

El doctor en psiquiatría Norman E. Rosenthal explica en su libro Transcendence que durante el entrenamiento de cuatro días a cada participante se le asigna un mantra con instrucciones para su uso adecuado. Existe un número específico de mantras, y los profesores seleccionan uno para cada persona basándose en las características que observan del individuo; pero este por sí solo no es suficiente, solo es el vehículo para facilitar la meditación.

No es una medicina, ni fue concebida como tal

Usar el mantra apropiadamente ayuda a controlar la mente, pero sin tener que concentrarse. Es una de las diferencias básicas de la meditación trascendental con otras disciplinas. Por ejemplo, en la budista el meditador se debe concentrar en su respiración y en lo que escucha mientras está meditando, para evitar que su mente se distraiga con otro pensamiento.

En la zen se necesita una vestimenta especial y conservar una postura tipo flor de loto para poder realizar la meditación. La tántrica se enfoca en los sentidos y la contemplación. Mientras, en la meditación trascendental no existe nada de lo anterior; solo se concentra en enseñar a estar en completa calma para que el cerebro reaccione y aplique la mayor inteligencia a la vida diaria, de modo que la tensión se vaya.

El mantra se les da a los practicantes como un tesoro que no pueden revelar a nadie. Para Gustavo Dieux, director del Nirakara, Mindfulness & Yoga Institute: “Esto es parte de la atención abierta, fundamental en la MT. Gracias a ella, la mente no se queda tan fijada en las repuestas automáticas.”

Rosenthal dice que el sonido del mantra vibra con las repeticiones que el practicante genera dentro del cerebro; eso produce electricidad que activa los neurotransmisores, sustancias que detonan la creación de impulsos nerviosos conocidos como energía bioquímica y que desencadenan las reacciones neuronales que, mientras se está en meditación, saldrán de forma positiva y no inducidas por una descarga de adrenalina negativa generada por el estrés.

El Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos se centró en comprobar los efectos de varias técnicas de reducción del estrés en 1.000 personas de diferentes edades, nacionalidades, sexo y profesión. Los resultados de los análisis estadísticos mostraron que ninguno de los cuatro primeros tratamientos redujeron significativamente la tensión arterial alta, mientras que la meditación trascendental sí lo hizo.

¿Efectos secundarios?

Mary Garden, escritora australiana y autora del libro The Serpent Rising, fue una entusiasta de la meditación durante 10 años. Practicó varias técnicas. En entrevista por chat, dice estar convencida de lo siguiente: “Quien medita debe ser una persona cualificada para ello”. Entonces, si el cerebro no está preparado, ¿podría sufrir algún desorden?

Garden relata que cuando estaba en un retiro tibetano, en la India, un hombre que acababa de regresar de hacer un curso de meditación budista de 30 días se suicidó. Ambos se hospedaban en un hotel local y ella no notó que el sujeto estuviera deprimido o que tuviera alguna actitud que indicara que pronto se quitaría la vida. Ante este suceso, los monjes explicaron que aquel hombre ya se había reencarnado en un alma más iluminada, que por eso le había pasado aquello.

Pero Garden estaba muy molesta y pensó en lo extraño que era que alguien se suicidase después de un curso de meditación, ya que lo normal sería suponer que tu mente está más pacífica que nunca. Entonces se dio a la tarea de realizar una investigación del hecho para saber qué había causado ese

Garden descubrió al doctor Andrew Newberg, de la Universidad de Pensilvania, quien escaneó los cerebros de un grupo de budistas en meditación y sin meditar. Newberg vio que el flujo sanguíneo en la parte posterior del lóbulo parietal superior disminuyó durante la meditación. Esta área del cerebro determina los límites del propio cuerpo en relación con el entorno y abre la puerta para que estemos como en un trance.

Newberg dice que cuando las personas sienten que se fusionan con el universo pierden el sentido de sí mismas, y eso es causado por lo que ocurre precisamente en esa zona del cerebro. Si se bloquea, se pierde el límite entre el yo y el resto del mundo.

Geoffrey Dawson, maestro de meditación zen en Sídney y psicoterapeuta, señala que ha conocido a unas 20 personas que han tenido experiencias mentales como resultado de asistir a cursos de retiros de meditación Vipassana. Dice que estos tienen frecuentemente ataques de pánico o episodios depresivos durante y después de asistir a algún retiro. Geoffrey Dawson sugiere que esto puede evitarse si se pregunta a los interesados si han tenido depresión, y si se conocen las verdaderas causas para querer iniciarse.

Puede reducir la tensión arterial

Mary Garden insiste en que debe existir una regulación de todos los centros que promueven la meditación. Se debe informar de que esta práctica no es una medicina; es solo una manera de conocerte, y para que funcione hay que adquirir disciplina, invertir tiempo y no debe tomarse como otra moda pasajera o una práctica esporádica.

Y no es extraño. La meditación afecta no solo al lóbulo parietal, sino también a otras regiones del cerebro. Vicente Simón, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Valencia, médico psiquiatra, se dedica desde hace unos 15 años al estudio de la conciencia y a la práctica de la meditación.

Para él, una de las zonas “más afectadas es la corteza prefrontal. La corteza prefrontal es la parte de nuestro cerebro que más nos diferencia de otras especies, ya que se ha desarrollado extraordinariamente en los seres humanos. Desde los primates a los homínidos, su volumen se ha triplicado, asegura Simón, autor de varios libros relacionados con esta práctica. En ella se “localizan” (por decirlo de alguna manera) la autoconciencia y las funciones que nos permiten comprender la mente de los demás.

Redacción QUO