Entre 2.500 y 3.000 personas pudieron verse afectadas porque sus madres tomaron en las década de 1950 y 1960 un somnífero que también valía para evitar las náuseas. Se llamaba comercialmente en España Contergan, pero el principio activo era la talidomida.

El fármaco no llegó a autorizarse en EEUU, donde lo creó la farmacéutica Chemie Grünenthal, pero sí logró ponerse a la venta en otros 48 países, entre ellos España. La retirada del fármaco llegó después de una investigación científica de 1962, pero en España la prohibición no llegó hasta 1963. Aún así, hoy comienza en Madrid un juicio en el que 22 afectados reclaman más de 200 millones de euros de indemnización por no haber indicado en los prospectos que estaba contraindicado en embarazadas, y por, según los demandantes, seguir vendiendo el medicamento aquí a través de su filial Medinsa.

Para cuando comenzó a retirarse ya era tarde, ya había centenares de «hijos de la talidomida» que sufrían malformaciones. Las más visibles eran la ausencia de brazos, de modo que el antebrazo nacía directamente del hombro. Pero la talidomida también causaba graves disfunciones en órganos internos.

Aún así, la talidomida sigue siendo útil para el tratamiento de algunas enfermedades. Con mayor control, desde los 70 se ha vuelto a usar como somnífero no barbitúrico, como antiinflamatorio y como arma contra el mieloma múltiple (que afecta a la médula ósea), un cáncer poco frecuente. También es utilizado contra la necrósis tumoral que produce la lepra.

Redacción QUO