Si simplificamos mucho la explicación, lo que ha dado el premio Nobel de Medicina o Fisiología a James E. Rothman, Randy W. Schekman y Thomas C. Südhof ha sido el descubrimiento de cómo las células administran y entregan la «paquetería» que necesitan para vivir, y para cumplir su función dentro del cuerpo.

¿Y qué llevan esos paquetes? Los llaman vesículas y son, por ejemplo, grupos de moléculas, como la insulina, que producen e introducen en el torrente sanguíneo, o neutransmisores gracias los cuales unas células se comunican con otras y las impelen a realizar alguna otra función.

Estos tres investigadores, cada uno por su lado, han descrito el sistema molecular que regula el perfecto funcionamiento que hace que ese sistema de producción, entrega y recepción «cumpla su función en el lugar y el momento adecuado», según la nota de prensa de la propia web de los Premios Nobel.

El reparto de «méritos» de los tres investigadores es el siguiente: Randy Schekman ha descubierto el grupo de genes que interviene en regular ese tráfico. James Rothman ha logrado desvelar la «maquinaria proteínica» que permite a esas vesículas realizar correctamente la entrega del material transportado (a base de fusionarse con el elemento al que se le hace entrega). Y Thomas Südhof ha logrado explicar cómo funcionan las señales que dan las órdenes precisas de entrega.

Y ¿para qué pueden servir estas investigaciones?

Las utilidades clínicas de estos descubrimientos pueden ser varias, y todas muy valiosas. El hecho de que las células no se abastezcan correctamente, o que no entreguen las sustancias que se les han «encargado» para el buen funcionamiento produce varias enfermedades. Esta disfunción está relacionada con la diabetes, las enfermedades neuronales (por problemas en neutrotransmisores) o con depresiones del sistema inmunológico.

Redacción QUO