Jason Murdoch está ingresado en un centro de rehabilitación de San Diego tras una grave lesión en la cabeza a raíz de un accidente de coche. Ha estado tres meses en estado semiinsconsciente de coma vigilante, el conocido como mutismo acinético. Una lesión en la corteza cingulada anterior de la parte frontal del cerebro le ha dejado postrado en una cama y es incapaz de andar y reconocer o interaccionar con otras personas, aunque está totalmente alerta y a menudo sigue con los ojos a quienes están a su alrededor. Y si su padre le llama por teléfono desde la habitación de al lado, Jason es plenamente consciente, reconoce a su padre y conversa con él sin problemas. Sin embargo, cuando este regresa a la habitación, vuelve enseguida a su estado zombi semiinconsciente.

Es como si hubiera dos personas atrapadas en su interior: una conectada con la visión que está alerta pero no consciente, y la otra conectada con la audición, que está alerta y consciente”, asegura el neurocientífico Vilayanur S. Ramachadran en su libro Lo que el cerebro nos dice (Paidós), en el que describe el caso de Jason, a partir del cual se acuñó el síndrome del teléfono. Pero ¿a qué se debe?

[image id=»60647″ data-caption=»La corteza anterior cingulada (zona rosa) regula las funciones ejecutivas, sensoriales y emocionales, y según los expertos, es donde reside el centro de toma de decisiones. » share=»true» expand=»true» size=»S»]

A un daño leve y parcial en la corteza cingulada anterior. En esta zona es donde confluyen las vías visuales y auditivas de nuestro cerebro y, cuando está muy dañada, se produce un estado de mutismo cinético total. Sin embargo, cuando como en el caso de Jason el daño es más sutil y se limita a la vía visual de la corteza mientras la auditiva está intacta, el individuo solamente sale de su letargo para hablar por teléfono. Pero ¿por qué por este medio?

Jason no responde cuando los estímulos auditivos van acompañados de los correspondientes visuales. “Seguramente, cuando oye y ve a su padre al mismo tiempo, da prioridad a lo visual y de alguna manera ‘inhibe’ e impide que lo auditivo tenga relevancia. Lo visual está informando al cerebro de que ese estímulo no es reconocido. Sin embargo, cuando la información es solo auditiva –y por tanto, la protagonista–, es cuando reacciona”, explica Manuel Martín-Loeches, experto neurocientífico del Centro de Evolución y Comportamiento Humano del Instituto Carlos III de Madrid.

Redacción QUO