Cada hora alguien prende fuego a una mujer, casi siempre por venganza y en la India. A falta de atención médica, deja que la herida cicatrice con resignación estoica para después tapar su rostro con un velo blanco. Hace unos meses, la víctima fue una joven madrileña, y el detenido su esposo, de nacionalidad turca. En este caso, la muchacha llegó a la Unidad de Quemados Críticos del Hospital La Paz y su rostro corrió bastante mejor suerte gracias a los injertos de piel que recibió. Y aunque la ciencia no ha dado aún con el modo de sellar las heridas del alma, salvó su vida y pudo restaurar cierta dignidad a su rostro.

100 casos al año solo en un hospital
Igual que se salvaron varias decenas de personas quemadas en el incendio de la discoteca Kiss, en Brasil, gracias a un ruego inédito por parte de las Autoridades sanitarias: “Tenemos una necesidad crítica y apremiante de piel humana”. Y la respuesta fue inmediata. En pocas horas, las heridas se cubrieron de piel procedente de cadáver y de injertos sacados de sus zonas sanas. Instantáneamente, la piel comenzó a regenerarse.

Miguel Casares, director del banco de tejidos del Hospital de Getafe (Madrid), referencia en estas lides, recuerda estos hechos porque nunca se sabe dónde va a estallar el fuego. Por eso, detrás de cada quemado hay un impactante episodio que se convierte en el inicio de una apasionante epopeya científica. Hace poco más de un año, a Pedro Piqué, de 39 años, le explotó una botella de oxígeno durante la celebración del carnaval en Madridejos (Toledo). Cuando llegó a la Unidad de Grandes Quemados de este hospital, tenía abrasado un 43% de su cuerpo. Era uno más del centenar de casos que se atienden cada año en esta unidad. Pero, ¿cómo es el proceso? ¿De dónde salió la piel que salvó la vida a Pedro Piqué?

Un gran quemado puede necesitar entre 2.000 y 6.000 cm2 de piel de cadáver

Mientras entrevistamos al doctor Casares, un paciente en situación de muerte encefálica enciende las alertas en la Unidad de Grandes Quemados del Hospital de Getafe. Es muy posible que la familia autorice su donación. Con su habitual instinto acerado, Miguel Casares advierte la inminencia de una tarde ardua. Y más allá de la retórica, los órganos y tejidos de este hombre pasarán a mejor vida. Generalmente, la donación de tejidos y órganos van de la mano. Una vez que se autoriza, comienza un complejo periplo de unas ocho horas.

Primero son los órganos, después los tejidos (hueso, ligamentos, córneas…), en riguroso orden. La piel, la última. Con ella, existen además ciertos reparos ante la idea errónea de que se despellejará al recién fallecido; pero, como explica Miguel Casares, se trabaja sobre la capa más superficial, y por tanto resulta casi imperceptible. “En ningún momento se atenta contra la preservación de su cuerpo”. El tejido extraído irá a los bancos de tejidos, donde seguirá todo un proceso de laboratorio para que pueda ser reutilizado. El cuerpo se devuelve a la familia con una apariencia impoluta. “Por cada trasplante de órganos se practican más de dos implantes de tejidos humanos”, indica la bióloga Elba Agustí, vicepresidenta de la Asociación Española de Bancos de Tejidos (AEBT). “Aunque en España existen doce bancos de tejido, aún hay poca información sobre la posibilidad de donar células y tejidos humanos”, añade. La AEBT impulsa un registro de bancos y sus actividades para coordinar los excedentes y demandas, y facilitar la gestión de los tejidos disponibles en caso de que ocurra una tragedia similar a la de Brasil o a los atentados del 11 de marzo.

El Banco de Tejidos del Hospital de Getafe dispone en estos momentos de unos 20.000 cm2 de piel útil para implantar

El reto inmediato es, según explica Javier Iglesias, director del banco de tejidos de la Clínica San Francisco de León: “Crecer e incorporar las nuevas herramientas tecnológicas para cubrir la demanda creciente de piel y otros tejidos en los distintos ámbitos quirúrgicos. Actualmente, las necesidades están cubiertas, pero es preciso ampliar el stock de tejidos, puesto que se prevé un requerimiento cada vez mayor en la red sanitaria”. Con la intención de conseguir más piel y más útil, el equipo de Casares decidió dar un paso adelante en el caso de Pedro Piqué, el hombre al que estalló una bombona de oxígeno durante la celebración del carnaval.

El papel de las células madre
“Igual que se hace con el resto de pacientes, sus heridas quedaron tapadas por un tapiz de piel procedente de cadáver, eficaz para minimizar el riesgo de deshidratación, infección y también de muerte, pero la piel definitiva la cultivamos mediante un novedoso ensayo con células madre”. Con una liposucción abdominal se le extrajeron 100 cm3 de grasa, de los que se obtuvieron células madre mesenquimales. “Luego seleccionamos un área afectada para aplicar en ella estas células y otra para tratar con suero salino con efecto placebo. Y seguimos la evolución de ambas zonas”. Todo, sin abandonar el tratamiento habitual de injerto autólogo: cubrir las quemaduras con una fina lámina de piel sana del propio paciente pasada por una malladora que multiplica su tamaño por diez. Tres semanas después se retiró la piel de cadáver y se le implantó el cultivo. Es pronto para conclusiones, pero hasta el momento las zonas tratadas evolucionan muy bien: la piel brota con mayor turgencia y elasticidad.

El doctor Casares explica que aún queda mucho para lograr una piel perfecta. Necesita reproducir otras características: folículos pilosos, glándulas sebáceas y, lo más complejo, la formación de vasos sanguíneos para el riego. Un artificio más de la bioingeniería cutánea que podría servir para diseñar nuevas estrategias terapéuticas.

Redacción QUO