Gracias a ellos, la obesidad empezó a despojarse del estigma de la gula y entró en la categoría de enfermedad. Ese primer paso en la lucha contra la gran epidemia de la sociedad civilizada lo dieron el bioquímico Douglas Coleman y el médico Jeffrey Friedman al descubrir que nuestro apetito está dominado por una hormona, la leptina. Por ese hallazgo, ambos investigadores fueron galardonados ayer con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Biomedicina.

La trayectoria de ambos profesionales constituye un ejemplo de colaboración científica, a pesar de que nunca han coincidido en la misma institución. A finales de la década de 1960, Douglas Coleman, que ahora tiene 82 años, trabajó con ratones obesos y dedujo que tenía que haber una hormona, controlada por un único gen, que regulara el apetito y el peso corporal.

Conocedor de sus trabajos, Jeffrey Friedman, 23 años más joven, se puso en contacto con él a mediados de los ochenta para buscar dicho gen basándose en las investigadores de Coleman. En 1994 descubrió el gen que codifica la hormona peptina, confirmando así las teorías del profesor, hoy emérito del Laboratorio Jackson, en Maine (EE.UU.), que había predicho que esta sustancia se desplaza por la sangre y actúa sobre los centros cerebrales que controlan el apetito, graduándolo. La cantidad que libera el organismo está determinada por la grasa corporal. Cuando hay mucha grasa corporal, se segrega poca leptina y apenas sentimos hambre. Por el contrario, con poca grasa corporal, los niveles de leptina aumentan, y nuestro apetito también.

El acta del jurado ha querido destacar que, gracias a las aportaciones de ambos científicos, quedó claro que la obesidad no se debe “a un comportamiento inadecuado, sino que es la consecuencia de un desequilibrio en un proceso regulado hormonalmente”. Desde esta nueva perspectiva, se pueden buscar de forma mucho más efectiva tratamientos y vías de prevención.

La entrega de premios tendrá lugar en Madrid el próximo 20 de junio.

Pilar Gil Villar