Hace más de una década que el científico checo Jaroslav Flegr notó cambios evidentes en su comportamiento. Observó que tenía más disposición a correr riesgos, experimentaba comportamientos autodestructivos, había perdido el miedo a cosas que antes temía, sus reflejos eran cada vez más lentos e incluso sus preferencias por ciertos aromas habían cambiado. ¿La razón?

Su gato le estaba volviendo loco, como apuntaba el titular de la revista estadounidense The Atlantic, que reveló su caso. En él el propio Flegr lo achacaba a una infección de Toxoplasma gondii, el parásito del que son portadores los mininos y que produce la famosa toxoplasmosis, que si afecta a una mujer durante el embarazo, puede causarle graves problemas neuronales al feto.

Este biólogo de la Univerzita Karlova de Praga llevaba mucho tiempo estudiando este fenómeno, pero su aislamiento global (no habla inglés, por lo que no había hecho publicaciones fuera de las fronteras de su país) hizo que su trabajo no trascendiera. Hasta hace poco, cuando esta veterana revista lo destapó en un artículo que ya es uno de los más leídos en toda su historia. En él, otros investigadores aportaban más hallazgos en este sentido. Es el caso de Robert Sapolsky, neurocientífico en Stanford, que sugiere estudios recientes en los que se muestra cómo este parásito es el responsable de cambiar el mítico miedo de los ratones por los gatos en atracción “fatal”.

Según Flegr, este parásito reorganiza los circuitos cerebrales relacionados con emociones como el miedo, la ansiedad y el apetito sexual; y puede ser la causa de accidentes de tráfico, suicidios y hasta de enfermedades mentales como la esquizofrenia.

Hasta ahora se pensaba que, cuando atacaba a una persona sana, era inofensivo. Sin embargo, parece que, en algunos casos, el protozoo que queda latente en el interior de las células cerebrales se activa. Incluso hay estudios, como el realizado por Teodor Postolache de la Universidad de Maryland, que relaciona la presencia de este parásito con altas tasas de suicidio en lugares tan diversos como Turquía, Alemania y EEUU.

Redacción QUO