Llevar la mitad del ADN de un nuevo ser humano hasta su otra mitad, el ovocito. Esta misión tan importante es la razón de existir del espermatozoide, y para eso es formado en uno de los procesos más singulares de la naturaleza, que empieza por compactar y proteger nuestro material genético de cualquier posible enemigo. Cada paso es medido al milímetro, y cualquier problema detectado provoca que esa célula se deseche. Solo las mejores optarán a perpetuar nuestra especie. Y tal proceso de control de calidad es una de las razones de que sea tan difícil crear un anticonceptivo masculino.

Uno de los enigmas de los métodos hormonales es que son más eficaces en asiáticos que en caucásicos

Pero a finales de agosto, investigadores del Dana-Farber Cancer Institute and Baylor College of Medicine de la Universidad de Harvard publicaron en la revista Cell que habían conseguido generar una infertilidad reversible en ratones, que podría reproducirse algún día en seres humanos. La clave está en una molécula, la JQ1, que, una vez en el torrente sanguíneo del macho, interrumpe la espermatogénesis, es decir, la maduración y desarrollo de los espermatozoides. Y cuando deja de estar presente, el proceso vuelve a la normalidad sin efectos secundarios.

La molécula secreta

Algo que duda Ana Puigvert, Presidenta de la Asociación Española de Andrología: “Desde los años 50 se está buscando un método contraceptivo masculino reversible. Lo que ha pasado con los métodos probados hasta ahora es que al alterar la espermatogénesis, también se ha tocado la función hormonal del individuo, lo que produce efectos secundarios tan poco asumibles como la reducción del deseo sexual”.

Según Jaime Gosálvez, catedrático de Genética de la Facultad de Biológicas de la Universidad Autónoma de Madrid: “Todos los procesos de formación de los gametos, ya sean los masculinos o los femeninos, están presididos por la acción de hormonas que son capaces de regular muchos procesos que en principio no están relacionados entre sí. La misma que regula los niveles de potasio gestiona la formación de las membranas del espermatozoide. Si supiéramos en qué momento exacto de la fertilización intervienen esas hormonas, podríamos utilizarlas como anticonceptivos eficaces. Pero sin saber cómo hacerlo de manera selectiva, también afectarían a los demás procesos asociados”.

Además, apunta Puigvert: “En la creación del esperma hay tal variedad de procesos madurativos que es muy difícil controlarlos todos con seguridad. Hay que tener en cuenta que la espermatogénesis dura entre 40 y 60 días, por lo que desde que se toma la medicación hasta que es efectiva pasa demasiado tiempo para un anticonceptivo. En el caso de que se creara un método eficaz, habría que ir haciendo análisis germinales a cada individuo hasta estar seguros de que este ha hecho efecto. Algo que lo hace totalmente inviable”.

No todos son iguales

Otra cosa a tener en cuenta es que estos cambios no afectan a todos los hombres por igual. Algo fundamental para dar luz verde a un medicamento, de la clase que sea. En el desarrollo de anticonceptivos que utilizaban testosterona, por ejemplo, se ha comprobado que tienen más eficacia en los varones chinos que en los caucásicos.

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Y se han detectado diferencias incluso dentro de una misma raza: “En la experimentación de métodos físicos, como el de someter a los testículos a altastemperaturas (algo que se sabe que influye en la espermatogénesis), hay hombres a los que deja estériles y otros a los que no hace ningún efecto. Y no sabemos cuáles son las razones”, apunta Puigvert. “Por eso”, prosigue la presidenta de los andrólogos españoles, “creo que algún día se encontrará un sistema que actúe, en vez de en la espermatogénesis en sí misma –que es muy variable–, en la vía de eliminación, ya sea bloqueando la salida de espermatozoides en el epidídimo o en el conducto deferente”.

Poner puertas al campo

En este sentido, el profesor Yan Cheng, del Consejo de la Población neoyorquino, sugirió en un artículo publicado en Nature actuar precisamente cuando los espermatozoides están en formación. En esta fase, las llamadas células de Sertoli crean una barrera impermeable conocida como la hemato-testicular. La idea de Yang es crear una unión permanente de estas células y así evitar que los espermatozoides lleguen al lumen y sigan su proceso natural.

Por otra parte, una de las técnicas en fase de investigación de las que más se ha escrito en los últimos tiempos es la desarrollada en India por un científico casi octogenario, el doctor Sujoy Guha, que está ya en fase III de pruebas en EEUU. Se trata del RISUG (Reversible Inhibition of Sperm Under Guidance). Esta técnica consiste en inyectar un gel en las paredes de los vasos deferentes que “mata” los espermatozoides al ponerse en contacto con él, y solo es eficaz inmediatamente después de la inyección. Sin embargo, según Puigvert: “Este gel actúa sobre la mucosa interior del conducto deferente, que, al ser tan fina, podría sufrir una lesión irreversible”.

Otra variación de esta técnica es el IVD (Intra Vas Device), que consiste en inyectar un tapón o filtro en los conductos deferentes, para evitar que el esperma llegue a la vagina. Aunque suena bien, esta técnica está en una fase muy inicial de experimentación.

Por último, otra de las líneas de investigación más prometedoras es la que pretende actuar sobre la habilidad de los espermatozoides para nadar y encontrarse con el óvulo en la fase final.Recientemente se ha descubierto la existencia de un grupo de protenínas, las CatSpers, que son las que controlan la hiperactivación de las colas de los espermatozoides después de la eyaculación.

Cruzar la barrera

Dos estudios publicados en 2011 aseguran que la progesterona y su alto contenido en pH son los detonantes que las activan, así que, si se encontrara una forma de “apagarlas”, podría evitarse que llegaran a su objetivo.

Pero, como dice Gosálvez: “Este método no podría considerarse anticonceptivo masculino, ya que su entorno de actuación, aunque afecte al gameto masculino, es el cuerpo de la mujer”.

En definitiva, una broma entre los expertos en el campo de la anticoncepción masculina asegura: “Llevamos los últimos 40 años diciendo que la alternativa al condón y la vasectomía estará lista entre cinco y diez años”. Y es que, a la dificultad que tiene domar a los espermatozoides se une el hándicap psicológico que supone que para los hombres la infertilidad, aunque sea inducida y reversible, sea sinónimo de restar virilidad. Y contra esto si que es difícil luchar.

Redacción QUO