Su salud está en manos de los mejores especialistas y cuando acuden a un hospital no ocupan habitaciones, sino suites. Son los clientes VIP de los centros sanitarios, un reducido grupo de personas que por su nivel económico, capacidad de decisión o representatividad social tienen acceso a una atención exclusiva. En los hospitales, también pisan alfombra roja.

Asunto de palacio
A nuestros abuelos les hemos oído un montón de veces que la salud es lo que más vale, pero cuando hablamos de la de un VIP esta puede ser una cuestión de Estado. A tres meses de las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos, la salud de John McCain se perfila como una preocupación central, sobre todo, teniendo en cuenta que ganar los comicios puede depender de unos cuantos votos. El debate ya surgió durante las primarias cuando McCain desbancó a sus contrincantes republicanos en la carrera por la nominación. ¿Puede ocupar la presidencia una persona que ha sufrido un melanoma invasivo de 36 centímetros cuadrados? Para intentar contrarrestar el posible daño electoral que pudiera causarle, su Comité de Campaña hizó público un informe médico de la Clínica Mayo en la que se asegura que la salud del candidato “es excelente”.
A lo largo de mil páginas, el informe detalla los resultados de su última analítica: por ejemplo, su colesterol está en niveles normales, 192; su LDL, 123 (colesterol malo) y su HDL, 42 (el bueno). Uno por uno, enumera todos los medicamentos que toma: aspirina para prevenir los coágulos de sangre, zolpidem para dormir cuando viaja a través de los husos horarios, hidroclorotiazida para reducir el riesgo de cálculos renales, y cetirizina contra los síntomas de la rinitis alérgica. Por cierto, llama la atención que el candidato tome un antihistamínico antiguo, que, entre otros efectos secundarios, provoca somnolencia. Consciente de lo que se juega con su salud, la máxima de McCain fue: transparencia total. No en vano, de sus decisiones depende la vida, al menos, de 300 millones de estadounidenses. La de los 45 millones de españoles depende de políticos de cuya salud no sabemos nada, aunque el psiquiatra José Cabrera, se ha aventurado al diagnóstico en su libro La salud mental y los políticos. En Zapatero distingue a un esquizoide, rasgo que comparte con Rajoy. Rosa Díez está cerca del narcisismo y de Bono dice que tiene “un mundo interior reducido a su mínima expresión”. Lo que en Estados Unidos se trata en los medios y se airea públicamente, en España es un secreto de Estado. La salud del Rey es un enigma. Se sabe, porque lo vemos en los informativos, que todos los años pasa una revisión en la Clínica Planas de Barcelona y, a juzgar por los escuetos comunicados de Zarzuela, el Rey es una especie de Supermán, el paso de los años no ha dejado secuela alguna en su salud. ¿Recibe algún tratamiento específico para lograrlo? El jefe del Estado se somete desde hace años a un terapia antiaging que, entre otras cosas, incluye una fórmula magistral para situar sus marcadores bioquímicos en niveles óptimos. El artífice de la misma es el doctor Julián Bayón, el introductor en España de este tipo de tratamientos que comenzaron en Estados Unidos hace dos décadas. De su boca no sale ni una palabra sobre la salud del monarca ni sobre los componentes de las pastillas “mágicas” que toma; las de este tipo de tratamientos suelen incluir una veintena de principios activos: antioxidantes (selenio, carnosina, tioprolina), vitaminas del grupo B, que influyen en la renovación celular y estimulan la actividad cerebral o potenciadores del rendimiento muscular. La fórmula suele complementarse con ácidos grasos, como el omega 3, y un complejo vitamínico. Alrededor de mil VIP siguen en España tratamientos equiparables al del Rey.

Redacción QUO