Una persona con una capacidad de coagulación normal tendría que perder casi un 40% de su sangre de forma casi inmediata para desangrarse. Las arterias dotadas de dicho poder coagulante, como la radial del brazo o la femoral de la pierna, están ocultas bajo demasiado carne como para ser penetradas por la cartulina más dura.

«Sería difícil morir a causa de cortes de papel«, dice Beau Mitchell, especialista en disfunciones sanguíneas en el Centro de Sangre de Nueva York, una organización que suministra sangre a los hospitales.

Redacción QUO