No es ningún secreto que una buena amistad ofrece muchos motivos para ser feliz. Otra cosa es saber cómo actúa su bálsamo sobre nosotros, una cuestión que ha centrado una investigación que da una respuesta un tanto sorprendente. La amistad “promueve la aceptación personal de la singularidad de cada uno, lo cual contribuye a la felicidad individual”, explican los autores del estudio publicado en la revista Journal of Happiness Studies. O sea, que nuestros amigos nos hacen felices porque nos hacen sentir únicos y valiosos.

La conclusión es más importante para la comunidad científica de lo que parece. Otros trabajos anteriores “abordaron la singularidad como el reflejo de los rasgos que distinguen a uno de los demás mientras apuntaban que podría representar un factor de riesgo para el bienestar psicológico del individuo”, dice el artículo.

Los investigadores han llegado a la idea opuesta tras estudiar la experiencia de casi 2.500 estudiantes divididos en tres grupos. Estadísticamente, la sensación de singularidad resultó ser el mediador más significativo entre la amistad y la felicidad individual. Claro que el concepto de felicidad es muy subjetivo, una dificultad que los investigadores salvaron midiendo la felicidad de cada uno de los tres grupos con escalas distintas. Para su alegría, los resultados fueron los mismos en los tres casos.

El estudio se llevó a cabo entre alumnos de la universidad estadounidense de Arizona del Norte, que ha trabajado junto a la turca Arel de Estambul, y la edad media de los participantes rondó los 18 años. Por eso cuesta aplicar, sin reservas, sus resultados a cualquier persona. Con todo, el intento de explicar el mecanismo mediante el cual la amistad nos hace felices apunta a un interesante camino para la ciencia. Sus hallazgos “representan el primer paso empírico hacia la comprensión de la importancia de la singularidad, desde una perspectiva humanística, en el bienestar psicológico de los individuos”, concluye el artículo.

Andrés Masa Negreira