Científicos suecos traen un novedoso acercamiento a los trastornos de la alimentación. Según ellos, deben tratarse como tal en lugar de como trastornos mentales. La clave, dicen, está en el comer.

«Las personas con anorexia pueden normalizar su alimentación ajustando la ingesta de alimentos con una aplicación que hemos desarrollado», dice el profesor Per Sodersten, autor principal de un artículo en Frontiers in Neuroscience que defiende su método pionero. «Y a diferencia de los tratamientos estándar, la mayoría recupera un peso corporal normal, su salud mejora y tienen pocas recaídas».

El enfoque se basa en la teoría de que la alimentación lenta y el esfuerzo físico excesivo, ambas características de la anorexia, son respuestas evolutivas a una bajo suministro de alimentos y pueden revertirse llevando una alimentación normal.

«Con una sorprendente similitud con los anoréxicos humanos, las ratas y los ratones que reciben alimentos solo una vez al día comienzan a aumentar su actividad de correr y disminuyen su ingesta de alimentos hasta el punto en que pierden una gran cantidad de peso corporal y finalmente pueden morir. Encontramos que la señalización química en el cerebro hambriento apoya la búsqueda de alimentos, en lugar de comer solamente», informa Sodersten.

Aprender a comer

Point of view shot of woman's hand checking financial trading data on smartphone and drinking coffee while having meal in restaurant

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La técnica sueca consiste en un plato con báscula que está conectado a la app. De ese modo, la app va registrando lo que vas comiendo y registra una curva de ingesta y la duración de la comida. «A intervalos regulares, aparece una escala de calificación en la pantalla y se le pide al sujeto que califique su sensación de plenitud», explica Sodersten.

Las curvas generadas se comparan con curvas de referencia de individuos sanos y así los pacientes aprenden cómo son las porciones normales de los alimentos y cómo comer a una velocidad normal.

Ya se han tratado a 1500 pacientes y la tasa de recaída es solo del 10% en cinco años de seguimiento.

Es un avance maravilloso para los pacientes anoréxicos y quién sabe si podría tener aplicaciones para otros trastornos alimenticios.

Esther Sánchez