Hay gente a la que ves en la calle o en un bar manoseando su móvil, revisándolo, tecleando, leyendo con el ceño fruncido… y te recuerda a aquellos estrambóticos japoneses que lloraban cuando se les moría el tamagochi. ¿No caes? Era aquella especie de llaveritos con una pantallita a los que había que alimentar, poner a descansar, hacer reír y hasta curar según sus antojos.

Era 1996 y nos parecía una exageración. Ahora hay quienes han sustituido aquel chisme por el móvil, pero la vida que cuidan es la suya propia en miniatura. Unos expertos creen que es simplemente un cambio en el uso social de la tecnología, y otros ven algo preocupante, adictivo en este modo de conducirse. Son psicólogos a quienes les parece claro que sí que puede estar fraguándose algún problema de sociabilidad entre quienes abusan del uso del móvil.

Una rayita de batería
Hablamos de ellos con Francisca López, experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada. Las conclusiones preliminares de una investigación que tiene en marcha arrojan que el 8% de los universitarios españoles sufre nomofobia (“no-mobile phobia”, si buscamos la expresión inglesa), es decir, padece “un miedo irracional a no llevar encima el móvil” o a que se le acabe la batería. El terreno del estudio es movedizo, porque, primero, la ciencia no se pone de acuerdo en si el abuso de las tecnologías es un trastorno del control de impulsos (la persona no se detiene a pensar si lo que va a hacer es bueno o malo) o si es una adicción propiamente. López dice que hay pocos estudio aún para determinarlo.

Y segundo, no está claro aún si esa adicción lo es al teléfono (estar localizable y “mensajeable”) o si es que el móvil es la puerta de acceso a internet y, por lo tanto, a redes sociales, mensajería instantánea, correo electrónico, noticias… Lo que la profesora granadina tiene claro es que: “La comunidad castiga a los jóvenes que no tienen móvil” y confirma algo que hemos leído en otras investigaciones: “Son personas con baja autoestima, que no saben relacionarse y con dificultades para resolver problemas del día a día”.

Si queremos asustarnos –hay quien lee estos reportajes para eso–, veamos un estudio grande en la muestra pero de una universidad no muy renombrada, la Case Western Reserve University. Allí, el psicólogo Scott Frank analizó el comportamiento de 4.000 estudiantes de secundaria estadounidenses. En él, detectó que el 19’8% enviaba más de 120 SMS y/o whatsapps al día, y que un 11% pasaba más de tres horas conectado a redes sociales vía móvil. Y cruzando datos, Frank concluyó que aquellos que hacían un uso más abusivo del celular eran un 84% más proclives a consumir drogas, se veían implicados en el doble de peleas y tenían un 69% más de probabilidades de abusar también del alcohol. ¿Un poco catastrófico, quizá?

¿Al móvil o a internet?
Para discernir si la dependencia del teléfono, sea enfermiza o no, proviene de su uso básico (llamadas y mensajes) o si apunta más bien a la conectividad a internet, miremos países donde las tarifas de conexión a internet ya están más extendidas (seguramente porque son más baratas). Tras analizar 300.000 usuarios y 65.000 facturas de teléfono, la consultora internacional Nielsen destaca que el número de móviles con internet se ha triplicado en EEUU en el último año, y los usuarios sobre todo lo quieren para aprovechar la mensajería instantánea (aplicaciones como Whatsapp, iMessenger y otras). Eso sí, la diferencia es que las mujeres envían un 40% más de mensajes que los hombres.

Otro país donde la banda ancha móvil y los smartphones están muy extendidos es Reino Unido. Allí también hay indicios de que los jóvenes no pueden soltar su dispositivo mucho tiempo. Lo demostró en 2011 un estudio encargado a la consultora YouGov por el Servicio de Correos británico, que arrojó que el 53% de los usuarios de celulares del país sentía ansiedad si no tenían encima el aparato o se quedaban sin batería o cobertura. Eso sí, de ese porcentaje, más de una quinta parte (cerca de un 10% del total) lo achacaba a estar localizable por razones de trabajo. En 2010, en España, de los 33’2 millones de personas de más de 15 años que tenían un terminal, solamente el 5’2% reconoce usarlo para trabajar, según el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información.

Pero el crecimiento en 2011 en la venta de smartphones con conexión a internet ha llevado a Google a investigar qué hacen los españoles al navegar desde el móvil (mira más datos arriba). En un estudio de 2011, el buscador detectó que la conexión a internet no solamente vale para mandar mensajes instantáneos, y consultar el correo y las redes sociales, sino para mucho más. Por ejemplo, para ver vídeos.

Lo cual inclina a pensar que esa adicción de los usuarios quizá tenga más que ver con los contenidos de internet que con la simple comunicación. Y no es de extrañar, porque internet está robando sitio a ambos: la telefonia y los medios audiovisuales. Por lo pronto, una encuesta de Ofcom –el homólogo isleño de la Comisión Nacional del Mercado de las Telecomunicaciones español– a británicos de entre 16 y 24 años dejaba ver la primavera pasada que ellos preferían mucho antes quedarse sin tele que prescindir de su móvil y su ADSL.

A los jóvenes les preguntaban qué cosas echarían más de menos en su día a día (sin darles opciones concretas) y por primera vez el número de personas que añorarían el móvil (28%) e internet (26%) superaban a los que no sabrían vivir sin la televisión (23%).

Castigados sin noticias
En el fondo, ¿qué es estar conectado a nuestros amigos, familia y webs favoritas? Estar informado, recibir datos sobre cosas y personas a cada momento. Por eso, el International Center for Media and the Public Agenda (ICMPA) de EEUU puso “a dieta” de información de todo tipo a casi 200 jóvenes de 20 años de media durante 24 horas (withoutmedia.wordpress.com) y les pidió luego que publicaran un post con sus experiencias. Resultó que la palabra más repetida de entre 110.000 era “adicción”.

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Y de paso descubrieron cómo personas que no eran especialmente proclives a seguir las noticias de actualidad (o no creían serlo) las echaban de menos. Pero de un modo muy peculiar: añoraban esa información porque suelen leerla pegada en muros de amigos o en tuits enviados por las personas a las que siguen. Es decir, eran adictos a la información solo cuando esta provenía de sus allegados. Así que nosotros publicaremos este reportaje en tu muro.

Redacción QUO