“Como todos sabéis, me hierve la sangre roja. Ha habido un pique entre la sangre roja y la blanca y ha querido equilibrarse. Tengo una leucemia crónica, no me impide seguir con mi profesión y puedo entrenar a diario. Quiero disfrutar de mi profesión. Tengo que dar las gracias a todos. No tengo tratamiento ni nada. A disfrutar la oportunidad que me ha dado la dirección deportiva y el presidente, estoy enchufado más que nunca y quiero seguir”.

Con estas palabras, el entrenador del Sevilla, Joaquín Caparros, ha anunciado que sufre un tipo de cáncer de sangre para el que no necesita tratamiento. ¿Qué sabemos de esta enfermedad? ¿Es posible hacer vida normal y entrenar con naturalidad? La leucemia linfocítica crónica es un tipo de cáncer que hace que la médula ósea produzca exceso de linfocitos (un tipo de glóbulo blanco), que son los encargados de defender nuestro organismo de ataques exteriores, especialmente infecciones.

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Es la leucemia más frecuente en Occidente y la edad es un factor determinante. Caparrós tiene 60 años. Suele aparecer asintomática, aunque algunas personas sí observan, antes del diagnóstico, hinchazón sin dolor de los ganglios linfáticos en el cuello, las axilas, el estómago o la ingle, cansancio, fiebre e infección o pérdida de peso, según el Instituto Nacional del Cáncer. El cáncer se genera porque hay alteraciones en el genoma. Las células crecen en la médula ósea, en el interior de los huesos, y se extienden hacia la sangre periférica. En fases avanzadas, los linfocitos pueden ir introduciéndose en otros órganos como los ganglios linfáticos o el bazo. La tasa de supervivencia es alta. En casos como el de técnico no se trata porque la enfermedad avanza muy lento y no compromete su vida, aunque sí se mantendrá en observación.

Un cáncer heterogéneo

Esta enfermedad mantiene en vilo a los científicos. Mientras que en unos pacientes remite de forma espontánea, en otros pone en peligro su vida. Su complejidad se hizo patente para los doctores Elías Campo, del Instituto Idibaps del hospital Clínic de Barcelona, y Carlos López-Otín, de la Universidad de Oviedo, que lideraron el proyecto genoma de la leucemia linfática crónica. Su trabajo contribuyó a la comprensión de la enfermedad, pero no se pudo aclarar por qué la evolución de los pacientes es tan variable.

En sus estudios han encontrado ya unos 60 genes que están alterados en la leucemia linfática crónica. Unos genes están presentes en un 10% y 15% de los pacientes, pero la gran mayoría lo están en pocos pacientes, en un 5% o incluso menos. Esto explica que haya pacientes con una supervivencia excelente, mientras que en otros sea mucho más agresiva.

Con el objetivo de mejorar los tratamientos, Campo continúa con un nuevo proyecto para analizar cómo evoluciona el genoma de las células de la leucemia a lo largo de la enfermedad. Su objetivo es secuenciar el genoma de las células cancerosas de un centenar de pacientes en distintos momentos. Sus resultados podrían aclarar por qué es tan heterogénea que hace que unas progresen, otras se estabilicen y otras remitan. Por otra parte, ayudaría a entender cómo las células se vuelven resistentes a los tratamientos. Como indicó Campo hace unas semanas durante el acto de entrega del VII Premio Nacional de Oncología, la ciencia no es un sprint, sino un maratón largo y duro.

Marian Benito