Investigar nunca fue para ella una ocurrencia, sino un rasgo de su condición humana y la evolución lógica de una fascinación que arranca en la primera edad de su vida jugueteando entre fósiles y hojas de colegio. En su mente infantil se enredaban la imaginación y un deseo que hoy empieza a ver hecho realidad. Entró en la ciencia para quedarse y no entiende la investigación sin la generosidad. Defiende su oficio en un país en el que la ciencia no ocupa, ni mucho menos, el lugar que merece.

Jefa de Grupo en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras (IJC), su labor se centra en el descubrimiento de nuevos tratamientos más eficaces y con menos secuelas contra la leucemia infantil. Acaba de ser nombrada una de las 15 jóvenes científicas más prometedoras del mundo por el programa L’Oreal Unesco For Women, galardón que recogerá hoy jueves, 14 de marzo.

P. ¿Tus sueños empiezan a tomar forma?

R. Me siento orgullosa por esta distinción y me llena de alegría que la ciencia hecha por mujeres reciba un trato a la vez respetuoso y firme. Por otra parte, me confirma que avanzamos en el camino correcto para la curación de la leucemia.

P. La linfoblástica aguda infantil (LLA) es el cáncer pediátrico más común en las sociedades desarrolladas. ¿Cómo avanza tu estudio?

R. Mi grupo ha desarrollado una técnica pionera que permite conocer las secuencias reguladoras del genoma que regulan la actividad de cada gen en cada tipo celular. Comprender el genoma básico es fundamental para entender la enfermedad y dar con nuevas dianas moleculares que identifiquen y mejoren las estrategias terapéuticas para atacar directamente a ese foco y revertir la enfermedad.

Me interesa el estudio de las células madre que existen en el cigoto, origen prenatal de la leucemia

P. ¿Por qué es tan importante conocer dónde ocurren las mutaciones, en qué células y en qué contexto?

R. Identificar esos genes implicados puede llevar a dar con las proteínas relacionadas con el desarrollo de la enfermedad y saber con cuales podría actuarse mediante fármacos. La mayoría de las mutaciones se encuentran en regiones no codificantes y podrían alterar la regulación de los genes diana que entran en contacto físicamente. Es importante encontrar nuevos genes asociados con el desarrollo de este trastorno hematológico para dar con nuevas dianas terapéuticas.

Me interesa especialmente el estudio de las células madre que existen en el cigoto, origen prenatal de las leucemias. Son la clave, especialmente en el cáncer hematológico, por su papel precursor. En ellas ocurren las mutaciones que originan el tumor y son las responsables de la recaída de algunos pacientes una vez desaparecidas las células tumorales. El avance, en este sentido, es importante.

P. ¿Qué te llevó a especializarte en leucemia infantil y a centrar tu carrera en ella?

R. En general, investigo ciencia básica que no está centrada exclusivamente en leucemia infantil. La ciencia ha estado presente desde mis primeros recuerdos de infancia. Mi padre era profesor y pasé largas horas en el laboratorio del colegio donde trabajaba. Aquellos ratos entre colecciones de fósiles y hojas despertaron curiosidad por la naturaleza y admiración y fascinación por la investigación. El resto, digamos, fue una evolución natural.

P. ¿Investigar una enfermedad infantil exige una implicación emocional mayor?

R. Es cierto que la población infantil tiene un rasgo aún más vulnerable y el hecho de haber sido madre recientemente implica, si cabe, una mayor responsabilidad. Me emociona saber que mi esfuerzo puede llevar a salvar vidas y dar esperanzas a unos amigos o familiares. pero el compromiso científico no distingue edades a la hora de poner al alcance de un paciente todo el conocimiento, atención y herramientas terapéuticas que seamos capaces.

Hay predisposición genética, pero también factores tóxicos

P. De cada 400 nuevos casos de leucemia infantil cada año en España, unos diez corresponden a LLA, el más agresivo. ¿Tienes ya una idea de por qué se origina?

R. La leucemia linfoblástica aguda se produce cuando una célula de la médula ósea presenta errores en su ADN. Esta célula continúa creciendo y dividiéndose. La médula ósea produce células inmaduras que se transforman en glóbulos blancos con leucemia denominados linfoblastos, que son células anormales que desplazan a las sanas. Se desconoce los desencadenantes exactos, pues son muchos los factores que pueden incrementar el riesgo de padecer una LLA. Hay una predisposición genética, pero también factores tóxicos que ocurren en el útero y durante el embarazo. En gemelos monocigóticos, uno puede desarrollarla y otro no. O incluso puede aparecer en momentos diferentes.

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L’Oréal-UNESCO For Women in Science

P. ¿Con qué nuevas dianas terapéuticas contamos?

R. Estamos avanzando en una nueva generación de fármacos dirigidos, o dianas moleculares, frente a alteraciones genéticas presentes en algunos tipos de leucemias agudas. El desarrollo de la terapia génica, nuevas formas de trasplante y la inmunoterapia son muy prometedores. En esta última, en ratones ya se ha demostrado una respuesta al tratamiento muy elevada, retraso en las recaídas y mayores posibilidades de supervivencia. Y sin toxicidad añadida para el paciente. De momento, el tratamiento habitual es la quimioterapia intravenosa. La mayoría de los niños con LLA tienen muchas posibilidades de curarse solo con quimioterapia y no está indicado realizar el trasplante. El trasplante de médula ósea es una opción que se reserva para los casos más difíciles de curar solo con quimioterapia. Es un tratamiento más intensivo y con mayores riesgos.

P. ¿Tendremos la cura definitiva para la leucemia infantil?

R. La leucemia en bebés y niños hoy ya es curable en alrededor del 80% de los casos. El 20% de los niños sufren recaída dentro de los cinco años posteriores al diagnóstico, Hay una investigación muy activa. La información genética y molecular de la enfermedad es fundamental para confeccionar un tratamiento ajustado a cada paciente, lo más eficaz y menos tóxico posible. La leucemia se curará, sin duda, pero llegarán otras formas de enfermedad causadas, sobre todo, por nuestra forma de vida. El mal uso de los antibióticos, por ejemplo, ya está generando otras patologías, aún desconocidas, a las que la ciencia tendrá que enfrentarse. Y seguiremos estando ahí para investigar.

Cada día me enfrento al doble desafío de la conciliación y el techo de cristal

P. ¿Entiendes que sea tan complicado investigar en España?

R. No interesa. El cáncer pediátrico, además, es minoritario y, por tanto, queda en clara desventaja frente a otros tipos de tumor. Sí hay un reconocimiento a la labor científica por parte de la sociedad porque el ciudadano disfruta de una forma directa de sus logros en la cura de las enfermedades, pero no basta con valorar la cultura del esfuerzo. Tiene que fortalecerse desde arriba, con fondos y unas condiciones de trabajo acordes con la categoría de sus científicos. Es un compromiso que debe hacerse a largo plazo.

Como mujer, ha sido, y sigue siendo, duro hacer compatible la maternidad con mi tarea como investigadora. A cada paso me enfrento al doble desafío de la conciliación y el techo de cristal. Existe un desequilibrio muy arraigado y dramático que aboca a desperdiciar el talento femenino. Solo el 29% de los investigadores son mujeres y un 15,5% ocupa un puesto de dirección. ¿Cómo se explica si la mitad de los estudiantes de doctorado en ciencia son mujeres? Habría que empezar despenalizando la maternidad, incluirlas en los jurados que eligen a los candidatos e igualar los salarios.

Marian Benito