Sabíamos que dormir poco y mal tiene efectos negativos para la salud. Ahora podemos añadir que los profesionales de Urgencias que trabajan toda la noche tienen una menor expresión de genes de reparación y más rupturas en su ADN. Es la conclusión de una nueva investigación realizada por científicos de la Universidad de Hong Kong (China) y publicada en la revista científica Anaesthesia.

En el estudio se analizó la sangre de 49 médicos sanos en diferentes momentos del día. En los 24 profesionales que realizaban sus labores por la noche, la expresión del gen de reparación del ADN disminuyó y las rupturas del ADN aumentaron después de la privación del sueño. Bastó una sola noche sin dormir para que aumentase el ADN dañado.

¿Y si cambiásemos nuestros hábitos?

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«Los anestesistas (y otros profesionales de la salud) trabajan frecuentemente en turnos nocturnos y de atención, y sus patrones de trabajo cambian con frecuencia entre el trabajo nocturno y el diurno. Este estudio es importante porque permitirá a los futuros investigadores estudiar cuál sería el impacto si cambiásemos la forma de trabajar y otros hábitos al evaluar las rupturas de ADN de la misma manera que han hecho los autores de este innovador estudio», ha comentado Andrew Klein, editor jefe de la revista. Y así lo ha recalcado también el autor principal del trabajo, Siu-Wai Choi, de la Universidad de Hong Kong: “Aunque la investigación es muy preliminar, de los resultados se desprende que incluso una sola noche de privación de sueño puede desencadenar eventos que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas”.

Se trata del primer estudio que cuantifica el daño en el ADN directamente en adultos jóvenes que trabajan en turnos de noche y se necesita investigación adicional. Estudios anteriores ya apuntaban a esta posibilidad (en 2017, un grupo de investigadores descubrió la falta de un químico en orina relacionado con la reparación de ADN que no generaban los trabajadores nocturnos).

Estos resultados podrían ayudar a explicar el mayor riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares, metabólicas y neurodegenerativas asociadas con la privación del sueño. Habría muchos factores, según el equipo, que explicarían esta predisposición, desde cambios en los patrones de alimentación y actividad hasta la interrupción de los ritmos circadianos del cuerpo y los equilibrios de las hormonas sexuales. Ahora falta por ver si estos efectos se repiten en una muestra mayor de participantes y en la población en general, ya que, en este caso, todos los voluntarios eran chinos.

Marian Benito