Si en algo coinciden los científicos es en que nuestro conocimiento sobre los genes será determinante en los próximos años. «La innovación va a venir de la mano de la genómica», asegura a Quo Daniel Ramón, experto en tecnología de la alimentación y premio Juan de la Cierva de investigación. «Cada día se conoce un nuevo gen y se abren nuevas posibilidades de intervención».

La idea es crear una alimentación a la carta a partir del diagnóstico genético de cada individuo de manera que se adapte a sus necesidades y prevenga posibles enfermedades. Uno irá al supermercado conociendo de antemano que si come muchas grasas de determinado tipo, o demasiados frutos secos, puede desarrollar una enfermedad a la que es propenso. A esto se le ha denominado «nutrigenómica» y, según Daniel Ramón, «en diez años se va a convertir en una disciplina sólida y se utilizará también para diseñar alimentos».

«La nutrigenómica», resume José Vicente Carbonell, investigador del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-CSIC), «consiste en intervenir en la nutrición de un individuo a partir de su genotipo, de cómo se expresan sus genes, y de esta manera poder prevenir, o mitigar, algún tipo de enfermedad». «Es cuestión de 5 años (o menos) que te hagas un seguro de vida y te pidan que te secuencies el genoma para ver si tienes propensión a alguna enfermedad», añade José Miguel Mulet, profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, «así que en breve será normal que a partir de los datos de tu genoma te digan qué alimentos vas a digerir mejor, o qué carencias tienes, o si tienes una hipercolesteloremia familiar que hace que no puedas metabolizar el colesterol correctamente.»

El conocimiento de los nutrientes que le hacen falta a cada uno potenciará el desarrollo de los conocidos como «alimentos funcionales», que en la actualidad se han convertido en una especie de moda ligada, en muchas ocasiones, a un marketing un poco chusco. Leche con omega 3, cereales con fibra, yogures con extra de calcio… Al final cuesta trabajo encontrar en el mercado un producto que no tenga suplementos.

«Existe el peligro de llegar al abuso», advierte Carbonell. «Exagerando un poco, podríamos producir un tipo de leche que tenga de todo porque no nos gusta comer lo que necesitamos por separado», explica, «pero esto ya se han inventado para animales: se llama pienso compuesto y comer no es eso».

Redacción QUO