Un paso más allá de los envases inteligentes se producirá cuando sea el propio alimento el que nos «hable».

Este avance se producirá mediante los denominados «biosensores«. «Antes de 50 años», predice Ramón Català, «veremos incorporados en el alimento algunos mecanismos basados en reacciones internas que indiquen en qué estado se encuentra».

Gracias a esta tecnología, una pequeña alteración microbiológica en el producto, que se produzcan sulfuros o compuestos nitrogenados, por ejemplo, puede desatar una reacción de cambio de color que nos avise de que es mejor pensar en comer otra cosa. Cuando lo veamos de color verde, por ejemplo, habremos establecido una suerte de comunicación con el filete de ternera.

Redacción QUO