Si hay un síntoma que todos hemos sufrido alguna vez ese es el dolor, pero su tratamiento «sigue siendo una asignatura pendiente en España», asegura Alberto Camba, presidente de la Sociedad Española del Dolor. Sin ir más lejos, el 42% de los hospitales no evalúan el dolor en los pacientes que ingresan en urgencias, según un estudio hecho público con motivo del Día Mundial del Dolor. No lo hacen cuando la persona ingresa y un tercio de los hospitales tampoco cuando se le da el alta. Otro dato que no aliviará precisamente a los hipocondríacos: el mismo trabajo refleja que solo el 9% de los centros disponen de programas de formación específicos para los profesionales que trabajan en este servicio. Según los especialistas, es un síntoma que debía incorporarse como quinto signo vital, junto a la temperatura corporal, el pulso, la frecuencia respiratoria y la presión arterial.

El desconocimiento de este fenómeno está detrás del nacimiento de las organizaciones científicas (aquí la Sociedad Española contra el Dolor, SED) cuyo objetivo es promover trabajos científicos sobre los mecanismos y el tratamiento del dolor, sensibilizar a la sociedad sobre el problema y fomentar la mejora de las terapias. Uno de los últimos hallazgos científicos te lo contábamos en Quo hace veinte días. Un equipo de la Universidad de California ha llegado a la conclusión de que el amor es la mejor terapia contra el dolor. No es ninguna excentricidad, coincide con estudios previos que destacaban que este síntoma es más llevadero en un entorno familiar. Tiene que ver con la liberación de endorfinas, consideradas opiodes naturales. Por cierto, que también se liberan cuando soltamos improperios cuando nos pillamos los dedos.

Parece que la psicología juega un papel fundamental en la percepción del dolor, tanto que en algunos centros han comenzado a tratar dolores tan resistentes como el de espalda, además de con analgésicos, con terapia psicológica. Según una investigación de la Universidad de Warwick, en el Reino Unido, es efectiva, aunque cara.

Más barato resulta mitigar el dolor de las inyecciones en los bebés con azúcar. Antes del pinchazo se les administra por vía oral sacarosa o glucosa, y parece que, si no evita, al menos reduce la aflicción de los bebés. Las investigaciones son concluyentes: más del 90% de los niños los pequeños lloraban menos después de esta medida “casera” antes y después de las vacunas.

Redacción QUO