Sudar es una maldición divina. Desde que nos expulsaron del paraíso, según la Biblia, tenemos que ganarnos el pan con el sudor de la frente. Y si el esfuerzo realizado en el trabajo es muy grande, nuestras glándulas sudoríparas entran en acción y provocan que se derrame algo que parece lágrimas por todo el cuerpo.

Lo que podría evocar una imagen triste se ha convertido en motivo de alegría para un grupo de científicos norteamericanos. Tras numerosas pruebas realizadas en el Rensselaer Polytechnic Institute, han creado una pila recargable, mediante los electrolitos que perdemos a través del sudor, que sirve para alimentar marcapasos y desfibriladores. Además, el ingenio tiene solo el tamaño de una hoja de papel, es biodegradable y carece de sustancias tóxicas capaces de provocar trastornos en nuestro organismo.

No son los únicos que le sacan partido al sudor humano. Este ámbar natural, casi exclusivo de nuestra especie, se analiza y escruta en laboratorios de medio mundo. Primero, para comprender exactamente cómo funciona, y después, y probablemente más importante, para saber qué tiene de bueno sudar.

También se hereda

En el Laboratorio de Fisiología del Ejercicio, de la Facultad de Ciencias del Deporte de Toledo, el profesor Ricardo Mora estudia cómo determina el sudor el rendimiento de los deportistas. Sus muestras son gotitas saladas de grandes atletas. “Hemos observado que después de un entrenamiento hay jugadores que sudan dos litros en una hora, mientras que otros no llegan al litro y medio. De hecho, las cantidades vertidas de líquido varían un 40%.

Hay en marcha numerosas investigaciones para descubrir los genes implicados en la fabricación del sudor. “¿Por qué unas personas transpiran más que otras? Todavía no lo sabemos”. Lo que sí se sabe es que probablemente sudas tanto como uno de tus progenitores. El sudor es parte de tu herencia.

“Hemos realizado un estudio revelador. Los resultados determinaron que cuando un adulto sufre sudoración excesiva tanto en los pies como en las manos, sus hijos tienen un 40% de probabilidades de heredar el problema. Esto se debe a la interacción de varios genes que se están estudiando”, señala Ramón Grimalt, dermatólogo y profesor de la Universidad de Barcelona.

Desde 1996 forma parte de la Unidad de Hiperhidrosis del Hospital Clínic de Barcelona. Allí emplean Botox para eliminar el exceso de la producción de sudor en pies, manos y axilas. “Con una inyección bloqueamos las terminaciones nerviosas responsables del estímulo de las glándulas sudoríparas”, explica Grimalt.

A la pregunta de por qué algunos olores, como el sudor, resultan desagradables para unos y pasan inadvertidos para otros, los científicos también “culpan” a una variante genética que determina la percepción de una feromona presente en el sudor. La investigación, publicada en Nature, explica que una persona pueda evocar olor a vainilla, otra, un insoportable hedor a orina, y que una tercera tenga una percepción neutra. En la vida diaria, a cada uno nos gusta un tipo de perfume, y parece que no solo lo explican factores culturales.

Hueles como comes

No es el único misterio que tratan de resolver los científicos. Nadie comprende el origen de un fenómeno tan curioso como el que se produce después de haber comido ajo de forma asidua. Resulta que el sudor acaba oliendo a ajo. Lo mismo ocurre con algunos fármacos, que dejan un rastro de olor específico. Se trata de un efecto secundario sin explicación aparente.

El sudor cumple una función muy concreta en nuestro organismo:regular la temperatura de nuestro cuerpo. “Cuando soportamos un calor intenso, el sistema nervioso autónomo pone en marcha la generación de líquido para enfriar la superficie cutánea y mantener los 36,5ºC en el organismo”.

La capacidad de sudar fue en en los humanos una cualidad adquirida. “Cuando hace cuatro millones de años dejamos la floresta y nos trasladamos a la sabana, perdimos el pelo y se desarrollaron las glándulas sudoríparas para refrigerar nuestro cuerpo”, comenta Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid. Además de ayudarnos a refrigerar, también nos protege al aportar sustancias que evitan la aparición de infecciones.

Resulta curioso comprobar que cuando perdemos mucho líquido, después de haber practicado deporte, nos apetece comer alimentos salados. Desconocemos el motivo, pero resulta necesario para favorecer la retención de líquidos. “Como beber un vaso de agua con una pequeña cantidad de sal resulta desagradable, el paladar agradece más otros sabores, como sopas, caldo de pepinillos y, sobre todo, gazpacho. Conviene recordar que el tomate concentra una gran cantidad de sal”, dice Ricardo Mora. En la Facultad de Ciencias del Deporte de Toledo buscan la fórmula que permita a los deportistas sudar menos. Si se lograra, el desgaste físico será menor.

Diagnóstico preciso

El sudor también es un mecanismo para detectar algunas enfermedades. Hay personas, en casos concretos, que se levantan de la cama empapados en sudor. Este suceso podría relacionarse con la aparición de tuberculosis, diabetes, hipertiroidismo y linfomas.

¿Y qué sería del sexo sin la presencia del sudor? El cerebro de la mujer, cuando descubre su presencia mediante el olfato, se estimula y entra en éxtasis, tal como señala una investigación de la Universidad de Rice, en Houston (Texas). Para la sexóloga Núria Marco Raga: “La mujer necesita encontrarse, sobre todo, en período de ovulación, y el hombre debe evitar el uso del desodorante. En nuestra cultura, vivimos obsesionados con eliminar determinados olores provocados por el sudor. Me he encontrado con parejas que se duchan antes y después del acto sexual”.

A lo mejor tenemos un buen motivo para que nos la sude tanta esponja y jabón.

Redacción QUO