La OMS le ha sacado tarjeta roja a los cirujanos. Dice que algunas de sus prácticas «ponen en peligro, generan discapacidad y causan la muerte de millones de personas que se someten a una intervención quirúrgica» Si no lo dijera la máxima autoridad sanitaria mundial, parecería un titular sensacionanista, pero, por desgracia no lo es. Lo cuentan en The Lancet, la biblia de los galenos.

Siete millones de personas sufren cada año complicaciones después de una operación, nada menos que 19.000 al día, y de estos problemas la mitad podría prevenirse. ¿Cómo? Tan simple como seguir un protocolo, que incluye medidas como comprobar si el paciente es o no alérgico a algún medicamento o contar los intrumentos, gasas y agujas antes de que el enfermo salga del quirófano, no vaya a ser que se les haya «olvidado» alguno en medio del torax.

La OMS se lo ha tomado tan en serio que ha puesto en marcha un plan para que entrar en un quirófano no se convierta en una experiencia de alto riesgo.

Llueve sobre mojado. En Quo revelamos en agosto del año pasado un informe conficiencial de los médicos que atienden las UCI,s en el que se dice textualmente que «todos los enfermos críticos están expuestos a sufrir un error». El mismo estudio decía que «estos ocurren dos veces por cada enfermo y día». Lo más grave, como dice ahora la OMS, es que, según los propios médicos, el 83% de los fallos son evitables.

En el mismo número de Quo también te contamos que la falta de destreza en el uso del bisturí afecta a reyes y plebeyos. El cirujano Juan Abarca dice en sus memorias que la muerte de Franco se debió a un error quirúrgico que le condujo a la muerte.

Redacción QUO