En nuestro cuerpo, las enzimas son las encargadas de descomponer todo aquello que comemos para que podamos absorber los nutrientes, pero también descomponen las toxinas en los alimentos y llegan a catalizar más de un millón de reacciones por segundo cuando se ponen a descomponer. En este sentido las enzimas artificiales cumplen funciones similares, pero se restringen a lo básico. Esta simplicidad tiene un inconveniente: al ser diseñadas deben ser muy precisas ya que pequeños cambios en su estructura generan enormes diferencias en la funcionalidad.

La doctora Jeannette Bjerre del departamento de Química de la Universidad de Copenhagen ha conseguido, por primera vez, unas enzimas artificiales capaces de descomponer toxinas presentes en frutas y vegetales. En este caso fue la toxina glucósido esculín, propia del castaño.

“Demostrar que estas moléculas son capaces de descomponer toxinas, requiere enormes esfuerzos y horas de trabajo. Pero prueba el hecho de que es posible diseñar enzimas artificiales que cumplan esta tarea” – asegura Bjerre.

Juan Scaliter