Los tornados ciclónicos de fuego están devastando el sur de Australia, añadiéndose a la ola de destrucción provocada por los incendios

Los incendios forestales en Australia de los últimos meses son una crisis sin precedentes en este país. La superficie quemada es ya de seis millones de hectáreas, equivalente a toda la isla de Irlanda, y siete veces más grande que la superficie quemada en la selva amazónica durante 2019.

Una de las manifestaciones más terroríficas de los incendios australianos son los tornados de fuego. Estos fenómenos no son raros en las planicies australianas, pero en las condiciones actuales se vuelven extremadamente peligrosos.

Los “firenados” o tornados de fuego no tienen que ver con los tornados habituales. Se producen cuando se combina el calor extremo en el suelo producido por los incendios con una capa de aire más frío que sopla por encima. Esto hace que una columna de aire caliente ascienda rápidamente y empiece a girar. A medida que gana velocidad, el tornado empieza a arrastrar brasas y material inflamable, creando una torre de fuego que arrasa todo a su paso.

Las temperaturas en el interior del tornado de fuego pueden alcanzar los 1.500 grados, produciendo vientos de hasta 250 kilómetros por hora. Por lo general duran unos pocos minutos, pero eso es suficiente para provocar grandes daños a su paso.

La semana pasada un bombero voluntario resultó muerto en Australia cuando un tornado de fuego volteó por completo su camión. Desde septiembre, más de 20 personas han muerto en los incendios descontrolados, miles de hogares han sido destruidos por las llamas y hay más de 28 desaparecidos. Se calcula que más de 500 millones de animales salvajes han muerto en los incendios, algunos en peligro de extinción, como los koalas.

Los fuegos continúan devastando el país, mientras el gobierno australiano no parece capaz de controlar la situación. Aunque los fuegos que consumen los arbustos en Australia forman parte del ciclo natural de regeneración de las plantas, el cambio climático ha hecho que este proceso se convierta en un peligro sin precedentes: veranos más largos, temperaturas más altas y calor extremo, que se acerca a los 50 grados en algunas zonas.