Entrevistamos a Rebeca Atencia, experta en chimpancés, directora del Instituto Jane Goodall en la República del Congo y que ha colaborado en la película «Las aventuras del doctor Dolittle»

Está a cargo del Centro de Rehabilitación de Chimpancés en Tchimpounga, el santuario más grande de África, donde cuida a más de 160 primates. Su trabajo y su prioridad es preservar una especie hermana que se precipita por la línea roja del peligro de extinción.

Rebeca Atencia ha venido a Madrid a apoyar la promoción de la película «Las aventuras del Doctor Dolittle» que se estrena el 24 de enero. “A decir verdad, cuando me dijeron que trabajara en la película dije que no. No quería apoyar una película en la que se viera animales viviendo en casas. Estoy en contra de eso. Pero me dijeron que estaba basada en un libro escrito en 1920. Lo compré, se lo leí a mis hijos, y mis hijos alucinaron. Trata sobre un médico que aprende el idioma de distintas especies, no es que los animales hablen inglés, es que el humano aprende a hablar como ellos. Además, está hecha con animales que no son reales. No habría apoyado una película con animales reales”.

Rebeca Atencia también es veterinaria, y es hoy una de las personas del mundo que mejor conoce a los chimpancés. “Su situación sigue siendo dramática”, dice a QUO, cosa que ya no sorprende a casi nadie. «Quedan 150, quizá 250.000 individuos. Poco más».

Rebeca Atencia

Créditos: FERNANDO TURMO / INSTITUTO JANE GOODALL

¿Has visto algún resultado positivo de tus 10 años de trabajo en Congo?

En la Fundación Jane Goodall, y más concretamente en Congo, trabajamos con lo que llamamos la ‘Estrategia del triángulo’. Por un lado, ayudamos al gobierno a que aplique la ley (está prohibida la caza), y a que lleguen a término los procesos judiciales.  El segundo lado del triángulo es la sensibilización de la población, y el tercero es el cuidado de los individuos rescatados que llegan al santuario. Cuando se rescata un bebé, tenemos que hacer todo lo posible por salvarlo y porque tenga una segunda oportunidad. Con todo esto, y después de muchos años, te diría que sí he visto avances positivos.

¿Por ejemplo?

Hace 15 años en Congo se vendían chimpancés en la calle, y si alguien confiscaba un chimpancé, los propios policías de la calle no entendían por qué se lo quitaban a “su dueño”. Ahora nadie vende chimpancés en la calle.

Antes nos llegaban al santuario cientos de chimpancés al año, y piensa que por cada chimpancé muerto, es una familia de chimpancés que acaba desapareciendo. Ahora nos llegan uno o dos, o ninguno, al año en Congo. Aunque en el país de al lado sigue habiendo 100.  Han cambiado tanto las cosas que la propia ministra de Medio Ambiente de Congo envió un mensaje condenando las últimas muertes por caza furtiva. Esto era impensable hace unos años.

Estáis elaborando un índice que mide el bienestar de los chimpancés. ¿En qué consiste?

Queremos elaborar un índice que mida el bienestar de los chimpancés en los Santuarios de África. Es complejo valorarlo. Medimos muchos parámetros, por ejemplo, si el individuo está integrado en una comunidad; si tiene acceso a comida con regularidad; si tiene acceso a agua; cuál es su índice de masa corporal, si puede utilizar instalaciones interiores y exteriores, o si recibe tratamiento veterinario adecuado.

¿Cuál es el valor más importante en este índice de bienestar?

Que [el chimpancé] esté integrado en una comunidad, que interactúe con los otros. Los chimpancés, como los humanos, son una especie sociable. Si un chimpancé está aislado, solo, baja muchísimo su índice de bienestar. A veces hacen bullying, como los humanos. Ves una comunidad que puntúa muy bien en el índice y sin embargo de pronto hay un individuo rechazado.

¿Podríamos aplicarnos este índice a los humanos? ¿Qué pasaría si midiéramos el Indice de Bienestar humano en una ciudad como Madrid?

Desde luego muchos humanos no disfrutan del índice de bienestar que exigimos para los chimpancés. Los humanos también somos seres sociales. Y en muchas comunidades sufrimos desde el bullying a la falta de acceso a médicos. Todo eso habría que medirlo. Sobre el bullying entre chimpanés, nosotros sabemos que a veces no se detecta a simple vista. Ves un grupo y parece que todo está bien. Sin embargo, usamos una herramienta informática que se llama «network analyzer». Con ella puedes medir la cantidad de tiempo que cada chimpancé interactúa con otros. Metes en el programa a cada uno de los individuos y de pronto ves que uno en concreto no interactúa con los demás. Y ves claramente que ese chimpancé no está bien. La salud mental del chimpancé depende de que esté socialmente integrado en un grupo, y de que interactúe con los suyos.

¿Cómo se vive desde un lugar como el tuyo lo que ha ocurrido en Australia?

He vivido los incendios de Australia con mucha tristeza, conozco gente allí que trabaja mucho por la conservación. Tenemos que pensar que lo que ocurre en Australia nos está pasando a nosotros, que lo que está pasando allí nos pasa a todos porque todos somos parte del mundo. Hace unos años estuve en Ferrol porque me dieron un premio, y los vecinos de Ferrol protestaban porque me fuera a Congo y no me quedara allí. El alcalde dijo entonces algo muy bueno: “Recordad hace años con el desastre del Prestige. Había petróleo en todas nuestras playas. Entonces vino gente de Australia hasta Ferrol para ayudarnos a limpiarlas. Sin ellos, no habríamos podido limpiar nuestras playas”.

Ahora nos toca a todos ir a Australia, o al Congo. Ayudar a todos esos países. Hay opciones sencillas para echar una mano económica desde casa y, si no, basta con el consumo responsable. Esto sería una buena manera de empezar.