Está claro que los volcanes son colosos mortales a los que bastan unas horas para gestar una tragedia mayúscula, pero lo cierto es que la naturaleza del peligro varía de unos a otros. Algunos no son especialmente feroces, pero la población asentada junto a ellos es muy numerosa, por lo que una mala evacuación en caso de erupción podría ser fatal.

Otros despiden un tipo de lava muy veloz de la que es difícil escapar o pueden manchar la atmósfera con una ceniza como la que sepultó kilómetros cuadrados en el volcán de Fuego este año. Otros volcanes producen explosiones equivalentes a miles de bombas nucleares o, por su localización, provocan fenómenos naturales destructores, como los tsunamis.

La amenaza del vecino

El Popocatepetl, a 70 kilómetros de Ciudad de México, podría crear una mezcla mortal de ceniza y agua.

La bomba en casa

La erupción del Vesubio afectaría a los tres millones de personas que viven en Nápoles y alrededores.

Como un diablo

La lava del Nyiragongo, en Congo, fluye con tal velocidad que llegaría a las casas cercanas casi sin que nadie se diera cuenta.

¿Un hijo amable?

La isla Krakatoa, en Indonesia, proviene de un volcán que mató a 36.000 personas por un tsunami.

Redacción QUO