Quién hacía «cu-cú» era razón de controversia en el III antes de Cristo. Autores como Aristóteles o Aristófanes, según reflejan los libros antiguos, confundían al cuco con el gavilán. A este animal parasitario y escurridizo no le gustan nada los humanos, a quienes confunde con su compleja ruta migratoria. Toby Smith, un fotógrafo inglés, se unió a una misión en el continente africano donde vio, desde sus ojos, el frágil estado de la naturaleza que le rodea.

Para entender su naturaleza y sus peculiares costumbres, primero convendría presentar a la familia Cuculidae. Se trata de un total de 165 especies (donde se incluyen correcaminos, cucos o garrapateros) que se encuentran emparentadas con Psittaciformes como los loros o los guacamayos. Sin embargo, los cuculiformes tienen características comunes que los hacen inconfundibles. Se diferencian de sus primos exóticos en la parte superior de su pico, que no tiene forma de cuña ni puede moverse. Casi todos tienen una larga cola que emplean como timón durante sus largos viajes.

Pero hay una característica que marca un sello de identidad en las especies más conocidas de cucos: son adoptados. Durante la época de cría, las hembras aprovechan la ausencia de madres pájaro como las de los carriceros (a veces ahuyentadas por ellas mismas), para depositar sus huevos en sus nidos.

Terminada la parasitación se marchan, sin volver a ver a sus crías jamás. En julio todos se han ido de Europa, mientras que hasta agosto no se irán sus crías. Sus rutas migratorias todavía encierran misterios, ya que se han recuperado muy pocos cucos tras marcarse mediante el anillamiento científico.

¿A qué situación ambiental se enfrentan?

‘Cuculus canorus’. Naumann, Natural history of the birds of central Europe, 3rd Ed. Revised by G. Berg et al.; Edited by Carl R. Hennicke

De las muchas especies que existen, en Europa hay principalmente dos: el cuco común (Cuculus canorus) y el críalo europeo (Clamator glandarius). Sus poblaciones son, en general, estables, pero depende del lugar donde se encuentren.

Crían en casi toda Europa, llegando hasta el norte de países como Noruega, Suecia o Finlandia. No entran en la mayor parte de las islas, exceptuando las más grandes, como las británicas. En Reino Unido, en especial, los cucos han vivido un enorme descenso de su población en los últimos veinte años. Concretamente, el archipiélago ha perdido más de la mitad de sus aves reproductoras, según un estudio de la Asociación Británica de Ornitología (BTO, por sus siglas en inglés).

Mike Toms, director adjunto de comunicaciones de dicha organización, apunta al descenso de las orugas como una de sus causas principales. Consiste en una de sus fuentes alimentarias principales, junto con escarabajos, saltamontes, lombrices, grillos o lepidópteros como las mariposas. “No tenemos grandes evidencias de cómo ha cambiado a lo largo del tiempo, pero el sentimiento general es que las orugas han descendido a nivel nacional”, aclara.

En España, el cuco aparece dentro del Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”. Para incluir a una especie en este rango, los requisitos fundamentales son el merecimiento de una atención y protección particular (ya sea por valor ecológico, científico y cultural), su singularidad y rareza, o su grado de amenaza.

SEO/BirdLife ha estudiado su población durante los últimos veinte años. Carlos del Moral, experto en aves de la asociación, niega la existencia de condiciones ambientales agresivas. “Como parasitan a aves forestales como mirlos o ruiseñores, la mejora de su población las beneficia y tienen buenas cifras”, asegura.

Para Toms, en cambio, nuestro país no es tan acogedor. Él recuerda cómo en el año 2012 ninguno de los tres que siguieron durante su escala en España consiguió continuar hacia África con vida. Un incendio veraniego acabó con ellos. “El descenso de las precipitaciones en España es una causa posible. Está asociado con las severas sequías y los incendios forestales ocurridos en los últimos años”, expone.

África: un agujero negro

El BTO observó cucos británicos en el río Po (Italia), lo que sugirió que tal vez el país con forma de bota fuera un lugar perfecto para cruzar el Sáhara en poco tiempo. La asociación británica apunta el norte de Madrid como una zona de parada que forma parte de una segunda ruta.

Sin embargo, al llegar a África, los cucos pasan a ser grandes desconocidos. Vagan sin rumbo fijo entre los árboles, sin hacer ningún ruido. La palabra canorus viene del latín canor, que significa “cantar”. Durante los nueve meses que dura la estancia del cuco en el continente africano, sucede un fenómeno muy extraño: pierden el canto.

Según del Moral, de los 5.000 cucos que han marcado desde SEO/BirdLife, no han podido recuperar ninguno. Cuando regresa, resulta casi imposible saber dónde lo ha hecho. “Tienen que hallarlo en África para que nos lo traigan”, explica del Moral.

El seguimiento a través de geolocalizadores (similares a los que tenemos en los coches o los teléfonos móviles), es un método de los británicos que del Moral encuentra de gran utilidad. A pesar de ello, hace un año el BTO perdió la señal en el desierto de un cuco llamado Chris Packham, quien posiblemente falleció allí. Esto les sirvió para señalar la biodiversidad como una de las causas de su descenso en Reino Unido, ya que en el Sáhara no hay orugas.

Lo que los ojos de un cuco ven en África

Toby Smith es un fotógrafo inglés que aspira a convertirse en un artista al servicio de la investigación científica y medioambiental. Tiene un máster en Fotografía y este año ha sido artista residente para el Instituto de Investigación y Conservación de Cambridge. Durante este período decidió personarse en el misterio de los cucos en África.

Él se ‘enroló’ en la ruta migratoria de los cucos a través de Gabón y el Parque nacional de las Mesetas Batéké, situado en el país. Formó un pequeño equipo junto a Malcolm Green, un contador de historias que documentó los lugares físicos exactos que les proporcionó un único estudio por satélite completado por el doctor Chris Hewson (BTO).

El papel de Smith en la expedición consistió en documentar lo que el ave veía a través de sus ojos. No como un observador de pájaros, sino recorriendo y fotografiando aquellas localizaciones donde tres cucos (Ken, Pach y Chance) habían sobrevolado entre 2012 y 2015. Durante el viaje, en enero, se encontraron a dos kilómetros de otro llamado Peckham. Debido a la velocidad de los datos vía satélite, pudieron saber que se encontraba exactamente allí doce horas después.

“Como fotógrafo siento que tengo la obligación de ser ligeramente disruptivo, pero complementario a las técnicas empleadas por los investigadores. Si mi experiencia personal en Gabón anima a los investigadores a mirar más de cerca el continente africano, en lugar de depender de los datos ‘más fáciles’ disponibles en estrecha proximidad, entonces siento que he jugado un papel crucial”, opina.

Retos como la falta de agua y las largas distancias entre refugios fueron algunos a los que se enfrentaron. “Aun así, los planos de hierba de la meseta Batéké eran accesibles a pie o a través de un 4×4”, señala Smith. En cambio la selva tropical resultaba mucho más inaccesible y planteaba un problema mayor, al formar parte del 80% de la superficie terrestre de Gabón.

Pudieron observar el entorno con el que el cuco interactúa. “Aunque hay asociaciones negativas y obvias de su rol como cazador y su trato a la fauna, ellos son extremadamente astutos, atentos y conocidos miembros de su comunidad”, expone Smith. Pasan largo tiempo entre los arbustos y viven en hábitats fragmentados.

“La meseta Batéké, con su red de bosques en galería – es decir, vinculados a una entidad hidrológica como el río Congo – y sus planos suaves podría guardar similitudes con los entornos habituales de los cucos en Reino Unido”, lo compara. Sin embargo, la diferencia principal es el impacto del hombre o el efecto del cambio climático. En Gabón apenas se han notado.

«Para mí esto ilustra que toda la increíble complejidad de la naturaleza y sus hazañas de resistencia son frágiles. Un solo vínculo roto en la cadena de habitantes puede causar una caída dramática en la población»

Cortesía de Toby Smith ©

Al cuco no le gustan las personas

Según Smith, la densidad humana en Gabón tiende a la dispersión. Aunque haya una distancia de alrededor de 40 kilómetros entre población y población, todavía quedan enormes espacios disponibles entre ellas sin apenas presencia humana. Algo impensable en Europa.

Mario Díaz, investigador del CSIC, indica que la tolerancia de las aves hacia las personas es un fenómeno relativamente reciente. Depende, por supuesto, de la especie. A través de un análisis de las distancias de huida respecto a las personas y las casas habitadas, su equipo de investigación encontró que los cucos huyen antes y crían más lejos de las casas que sus hospedadores. Esto significa que al aumentar la urbanización, habría menos espacios disponibles para los cucos. “Hay aves más valientes que otras, pero es muy improbable que un nudo parasite un nido situado cerca de una población humana”, apunta.

Señalaron como una de las causas principales el miedo. Al aparecer el hombre en escena, las aves más miedosas se distribuyen más lejos de sus casas, dejando espacio disponible a aquellas más valientes. Sin embargo, Díaz va más allá al hacer mención a otros estudios que apuntan al origen genético de esta pérdida del miedo.

“Los individuos o las poblaciones que tienen menos miedo pueden tener más éxito que los que tienen miedo, pues el tiempo que emplea el animal en huir es tiempo que pueden emplear en comer; además, se libran de sus parásitos y depredadores, más grandes y por tanto aún más miedosos”, explica Díaz. Añade que es probable que con el tiempo, los cucos empiecen a perdernos el miedo.

Cuco en vuelo adulto, Cuculus canorus. / Eusebio Cruz. A la derecha un cuco/ José Curt

Mientras tanto, BTO seguía la pista de otro cuco. Tony Cross, un anillador científico, lo encontró por primera vez en un pantano de Gales. Para capturarlo, la espesura de la vegetación le obligó a dar saltos, moverse en equilibrio e incluso convertir una carrera en un baile. Es por ello por lo que este ave recibió el nombre de Disco Tony.

Smith y él llegaron a coincidir, pero jamás se vieron. El BTO pudo detectarlo en marzo en la República Centroafricana, tras no recibir su señal en siete meses. Disco Tony regresó a Europa en abril. Tardó poco más de dos semanas. Cruzó España y en mayo ya se encontraba en Reino Unido de nuevo. Ahora está pasando el verano en Francia y el BTO estima que esta vez escogerá Italia para su viaje.

A pesar de su capacidad para explicarnos qué sucede en la naturaleza, los cucos siguen siendo unos grandes desconocidos. Según Smith, otra de las grandes dificultades que entraña observar a un cuco en África es la misma que generó controversia en el siglo III antes de Cristo. De lejos, su vuelo puede confundirse con el de otra ave.

Vídeo: cómo señalizar a un cuco

 

How to Tag a Cuckoo in Cumbria from Toby Smith on Vimeo.

Cortesía de Toby Smith ©

Cortesía de Toby Smith ©

Cortesía de Toby Smith ©

Cortesía de Toby Smith ©

Cortesía de Toby Smith ©

Cortesía de Toby Smith ©