La merendola fue tal que el satisfecho pez quedó aletargado bajo las aguas de Cabo Verde. Fuera de guardia, este pez fue atrapado por un equipo de reporteros de la BBC en 1999. Estos, conscientes de su rareza, lo entregaron al Museo de Historia Natural de Londres, donde fue identificado como Caulophryne pelagica, pariente peludo del rape, del que solo se conocían 17 ejemplares, todos ellos más pequeños. Intrigados por el descomunal abdomen, que no querían abrir, lo guardaron en un frasco. Trece años más tarde, el experto en peces del museo, James Maclaine, ha conseguido resolver el misterio de su interior gracias a un escáner microTC, que genera un modelo en 3D a partir de miles de imágenes de rayos X.

El habitante del abdomen era otro pez bastante más largo y cuya difícil digestión supuso el trágico final de la hembra de las profundidades. Porque sin lugar a dudas se trataba de una dama. El macho de esta especie es mucho más pequeño. Y más ¿abnegado?: vive como parásito de su pareja, asido a ella con los dientes y alimentado por su sangre. Sus órganos se van degradando poco a poco, hasta que únicamente sobreviven sus testículos, siempre listos para fecundar a los óvulos cuando ella tenga a bien expulsarlos.

Un largo misterio

Durante 13 años, los responsables del Museo de Historia Natural de Londres se resistieron a abrir este ejemplar para averiguar cuál había sido su última cena.

Se hizo la luz

Solo los rayos X pudieron desvelar qué se escondía en el exagerado abdomen de este pez abisal, parecido al que aparece en la película Nemo.

¿Y este quién es?

A pesar de aparecer con todas sus espinas en el escáner que se practicó a su anfitrión, no resultó fácil identificar la especie que este se había tragado como como un Rouleina attrita.

Reconocimiento de oído

La clave para clasificar a la malograda presa fue la forma de dos pequeños corpúsculos, llamados otolitos, situados en la parte posterior del cráneo, y que los peces usan para distinguir dónde están arriba y abajo en las zonas más oscuras del océano.