Qué fue antes, los mensajes en botellas o las corrientes marinas? Primero fueron los mensajes.

Cuando, a mediados del siglo XIX, Matthew Fontaine Maury fue nombrado jefe del Departamento de Mapas e Instrumentos de la Marina estadounidense, comprobó que esta sección apenas disponía de mapas sobre los océanos. Para subsanarlo, Maury recurrió a un curioso sistema de investigación: encomendó a los marineros que lanzasen botellas con mensajes en los que se pedía al receptor que le enviaran una nota indicando dónde se había hallado la botella. De esta forma, Maury pudo conocer el comportamiento de las corrientes marinas. Fue así como se comenzó a estudiar la circulación oceánica.

Una investigación que, con los años, ha constatado que cada una de las principales cuencas marinas despliega un inmenso giro de corrientes. Unos circuitos “cerrados” que se desplazan en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio Norte, y en el contrario en el Sur.

Padres de las criaturas

El viento, las diferencias de densidad y la rotación terrestre dan forma a las corrientes
El origen y desplazamiento de las principales corrientes superficiales oceánicas se deben al impulso que provocan los vientos predominantes, a la existencia de masas de agua con distinta densidad –determinada por la temperatura y la salinidad– y a la rotación de la Tierra. A consecuencia de esta rotación, las corrientes se desplazan hacia la derecha en el hemisferio Norte y hacia la izquierda en el Sur (efecto Coriolis), lo que origina los giros oceánicos.

Climatizador

El mapa presenta las principales corrientes superficiales oceánicas, que desempeñan un importante papel termorregulador para el planeta. Las corrientes cálidas transportan el calor de las regiones tropicales hasta latitudes superiores, y una vez enfriadas, retornan hacia el Ecuador.

Oficialmente desaparecido

Fecha de lanzamiento: 1956
Recorrido: Florida/Australia
Duración del viaje: 1 año
Si esta nota fuese encontrada, por favor, hágase llegar a mi esposa, Mrs. Alice Douglas, en Miami Beach, Florida. No dudo que estás esperando a saber qué ha sido de mi. Me he hundido en las aguas debido a un problema mecánico”.
Este mensaje fue encontrado, en 1957, en el interior de un frasco perfectamente cerrado en una playa australiana. Junto a él viajaba también un cheque en blanco, en cuyo reverso Mr. Douglas había dejado escrito su testamento.
De esta forma, y tras un año de espera, Alice Douglas pudo saber qué le había sucedido a su marido, Martin, dado oficialmente por desaparecido después de que hubiese salido a una jornada de pesca frente a la costa de Florida.
Pero, si bien el misterio de la desaparición de Mr. Douglas quedó resuelto, otro permanece latente: ¿Cómo pudo llegar una botella lanzada frente a las costas de Florida hasta una playa australiana? Aunque sólo las corrientes marinas lo saben con certeza, he aquí una posible hipótesis: bajo el impulso de la corriente de Florida –que nace en el estrecho de Florida, viaja a una velocidad de 9 km/h  y llega hasta el cabo Hatteras, donde enlaza con la Corriente del Golfo– la botella alcanzó el giro del Atlántico Norte. Desde él consiguió saltar hasta el giro del Atlántico sur, y de allí, llevada por alguna rama lateral de la Corriente de Brasil que escapaba hacia el sur, penetró en el Océano Antártico, el reino de la Corriente Circumpolar Antártica, la más poderosa del planeta. La única corriente que, debido a la ausencia de barreras continentales que bloqueen su camino y la obliguen a plegarse, y propulsada por los violentos y persistentes vientos del oeste, llega a dar una vuelta completa al planeta. Bajo su impulso, la botella alcanzó la Corriente Oriental Australiana en el giro del Pacífico Sur. Y desde allí, mecida por las corrientes asociadas a las mareas, a la playa donde fue encontrada.

Descorchador único del Reino

Fecha de lanzamiento: s. XVI
Recorrido: Gran Bretaña/ Países del Norte de Europa
Durante el s. XVI, el empleo de botellas como portadoras de mensajes estaba tan extendido que, en Inglaterra, la reina incluso nombró a un Oficial Descorchador de Botellas Oceánicas. La única persona que podía abrir las botellas y leer el mensaje. Cualquier otro que lo intentara y fuese descubierto sería condenado a la horca. De esta manera pretendía no ver comprometida la seguridad nacional por los espías de otros países. Y es que las corrientes que bañan las Islas constituyen una verdadera tentación para todos aquellos que quieran comunicarse con el continente por vía marítima. Gran Bretaña se encuentra bañada por la poderosa Corriente, o Deriva, del Atlántico Norte. Esta corriente se divide en el noreste de dicho océano. Una parte se encamina hacia el Ártico, mientras que la otra se desvía hacia Europa y forma varias ramas. Una de ellas se dirige hacia el Sur de España y África, para enlazar con la corriente de Canarias, mientras que la otra se dirige hacia Irlanda y Gran Bretaña, rodeándolas antes de alcanzar las costas escandinavas y del Norte de Europa (Países Bajos, Francia, Alemania…) a través del Mar del Norte. Toda una invitación para que agentes de las naciones rivales enviasen sus informes.

La libertad viaja en botella

Fecha de lanzamiento: 1980
Recorrido: Hawai/Tailandia
Duración del viaje: 3 años
Cuando a John y Dottie Peckman, en pleno crucero entre Hawai y Acapulco, se les ocurrió lanzar un mensaje en una botella de vino por la borda, seguro que no se les pasó por la cabeza que su mensaje fuera a ser recogido tres años después, en 1983, por un refugiado vietnamita que navegaba a la deriva. Iba con otros treinta compañeros y sin agua potable, en una precaria lancha de pescadores con cabida para cinco personas frente a la costa tailandesa.
Pero así sucedió. Su mensaje completó una travesía de 15.000 km arrastrado por las corrientes marinas que constituyen el giro del Pacífico Norte. Primero, por la fría Corriente de California, que se desliza siguiendo el perfil de la costa oeste de Norteamérica. Después, a lomos de la Corriente Norecuatorial, cumplió la mayor parte del trayecto, atravesando todo el Pacífico, hasta ceder el testigo a Kuro-Shivo, término japonés que significa Corriente Negra y que alude al oscuro color de sus aguas, que realzan su aspecto de río marítimo de aguas cálidas y de una anchura de 100 km, en viaje a más de 1,8 m/s.
Arrastrada por Kuro-Shivo fue como la botella llegó a manos de Nguyen Van Ho y se convirtió para él en un símbolo que renovaba sus esperanzas. Unas
jornadas después, Ho llegaba a un campo de refugiados de Naciones Unidas en Tailandia, desde donde respondió a los Peckman. Dos años más tarde, y con la ayuda del matrimonio, su familia aterrizó en Los Ángeles para comenzar una nueva vida, nacida de un mensaje transportado por las corrientes marinas del Pacífico Norte.

Su último viaje

Lanzamiento: 1916
Recorrido: Inglaterra/Alemania
Duración del viaje: 2 meses
Nuestra hora final ha llegado. Fdo: Capitán Odo Loewe.” En 1916, en su vuelo de regreso tras un bombardeo sobre Londres, el Zepelín 19 del ejército alemán entró en un banco de niebla sobre el Canal de Inglaterra. No volvió a salir. Con él desaparecieron toda su tripulación y el oficial al mando: el capitán Odo Loewe. Dos meses más tarde, y transportada por la Corriente del Atlántico Norte se encontró en una playa alemana la botella que llevaba dentro el mensaje con las últimas palabras del capitán.
En las historias antiguas, la erosión del tiempo se manifiesta en la pérdida de detalles. Pero en este caso, el conocimiento de las corrientes marinas permite rellenar los huecos horadados por los años. Por ejemplo, la playa a la que llegó el mensaje era bañada por el Mar del Norte, y no por el vecino Mar Báltico. El motivo es que éste es un mar “casi interior”, separado de aquel por un angosto paso y en el que desembocan gran parte de los ríos del Norte de Europa. El resultado es una acumulación de agua dulce que hace que este mar sea poco salobre. Así, las aguas “dulces” del mar Báltico fluyen hacia el exterior en forma de corrientes superficiales, mientras las aguas del Mar del Norte, más densas, fluyen en sentido contrario, como corrientes  profundas. Unas corrientes que no habría podido seguir un mensaje en una botella.

De Brasil a Barbate

Lanzamiento: 2000
Recorrido: Brasil/España
Duración del viaje: 2 años
Rte: María Luisa Casalla. Barbate (Cádiz)”.
Si antes de haber lanzado su mensaje en una botella desde las costas brasileñas, la holandesa Mia Lelivelt hubiese estudiado los mapas de corrientes oceánicas,
tal vez no le hubiese sorprendido tanto recibir, dos años después, una carta procedente de Barbate (Cádiz). Porque la playa de Barbate era uno de los posibles destinos en su viaje a través del Océano Atlántico.
Arrastrada por las corrientes vinculadas a las mareas, la botella se adentró en mar abierto y, conducida por la Corriente de Brasil –corriente fría del giro del Atlántico Sur que se desliza a lo largo del continente americano–, comprobó la gelidez de las aguas que rodean la Antártida antes de emprender camino de regreso hacia el Ecuador, embarcada en la Corriente de Benguela, mientras disfrutaba del paisaje africano. Y de allí, con la corriente de Florida como aliada, hasta enlazar con el giro del Atlántico Norte, ya en el hemisferio boreal. Entonces, la Corriente de las Canarias acudió a su rescate. Y alguna de las ramas laterales que conectan el océano con el Mar Mediterráneo, la acercó hasta Barbate, donde María la encontró.

Atractivo, rubio y sueco

Lanzamiento: 1955
Recorrido: Suecia/Sicilia
Duración del viaje: 2 años
Mira lo que traigo, Paolina”, gritó Sebastiano Puzzo a su hija en referencia a la botella, con un mensaje dentro, que acababa de encontrar en una playa siciliana. La nota, firmada por Ake, un marinero sueco que invitaba a todas las chicas que quisieran casarse con un atractivo rubio a escribirle, estaba fechada en 1955. Habían, por tanto, transcurrido dos años desde que la lanzase al mar. Dos años en los que la propuesta de Ake se dejó mecer por las corrientes que desde las altas latitudes conducen las frías aguas, y que mueren al integrarse en el giro del Atlántico Norte por el que navegaba la botella cuando sintió la llamada del Estrecho de Gibraltar. Una llamada en forma de corriente superficial en dirección este, constante, de marcada intensidad, influida tanto por los vientos como por la intensa evaporación a la que el sol somete al Mediterráneo. Esta evaporación provoca un déficit de agua en el interior del mar que es cubierto por el agua del océano Atlántico, lo que da lugar a la corriente superficial.
Así fue cómo la botella accedió al Mediterráneo. Allí, la circulación propia de este mar se encargó de dejarla al alcance de Sebastiano, quien sugirió a su Paolina que “por qué no contestaba. Sólo como una broma’’. Una broma que en menos de un año le costó perder una hija. O ganar un yerno atractivo, rubio y sueco.

Testamento embotellado

Lanzamiento: 1937
Recorrido: Inglaterra/EEUU
Duración del viaje: 12 años
Lego toda mi fortuna al afortunado que encuentre esta botella. 20 de Junio de 1937. Daisy Alexander”.
El afortunado fue Jack Wurn, un parado que, doce años después, encontró la botella en una playa cerca de San Francisco, con lo que “heredó” la fortuna dejada tras su muerte, por Daisy Alexander Singer. Una de las mujeres más ricas del mundo y con una curiosa afición: arrojar botellas con mensajes a las aguas del  londinense río Támesis, desde donde su testamento emprendió un viaje digno de su fortuna. Subido a lomos de la rama de la Corriente del Atlántico Norte, que asciende hacia el Ártico, alcanzó este océano, donde la colocación de los continentes impide que se produzcan grandes vientos y, por tanto, grandes corrientes. Y desde allí se encaminó al Pacífico, arrastrado por los bloques de hielo que transporta la Corriente del Estrecho de Bering, que permite el intercambio de agua con el océano “tranquilo”. El resto, un paseo sobre el giro del Pacífico Norte, hasta que la Corriente de California lo acercó a tierra firme.
¿Y la herencia? Tras ir a los tribunales, el juez declaró que aquella nota legitimaba a Wurm como heredero.

Tengo su mensaje

Fecha de lanzamiento: 1956
Recorrido: Giro del Océano Índico
Duración del viaje: 44 años
Cuando Hans Schwarz colgó el teléfono de su domicilio de Wellington (Nueva Zelanda), todavía no daba crédito a la noticia que le había dado uno de sus vecinos. “Sr. Schwarz, tengo su mensaje”. El mensaje al que hacia referencia era el que, 44 años atrás, Schwarz había lanzado dentro de una botella a las aguas del Océano Índico cuando se dirigía en barco desde su Austria natal a Melbourne para participar en las Olimpiadas del 56. Un mensaje que, probablemente, había permanecido custodiado durante las últimas 4 décadas por las corrientes que integran el Giro del Océano Índico: la Corriente Surecuatorial y la Corriente Occidental de Australia ¿44 años girando? Tal vez. O, tal vez, simplemente alejada del “mundanal ruido”. Porque, en contraposición con las poderosas corrientes que lo rodean, en el interior de estas giratorias reina la calma, y el agua se desplaza con lentitud. Pudo ser que alguna corriente caprichosa empujara la botella hacia el interior del giro del Océano Índico. Y allí permaneció hasta que, muchos años después, otro caprichoso “golpe de mar” la puso de nuevo en circulación, y la Corriente Circumpolar Antártica la depositó en el Pacífico. Y esta vez, dispuesta a volver a las manos de un atónito Hans Schwarz.

Émulos de Franklin

Fecha de lanzamiento: 1998
Recorrido: EEUU/Galicia
Duración del viaje: 3 años
Greetings an good day!!!” Así comenzaba la carta que Juan Manuel Lobelos encontró en una botella, lanzada tres años antes por un joven estadounidense, en la playa de Traba (A Coruña).
Lo que seguramente no sabía Juan Manuel es que al recibir la botella había cumplido con el objetivo que en el siglo XVIII se había propuesto Benjamin Franklin, quien, como diputado general de Correo entre las colonias americanas, estaba vivamente interesado en una corriente que desde hacia años era conocida por los marineros, ya que facilitar el regreso de las naves desde América a Europa. El propio Franklin fue el primero que la dibujó en un mapa, en 1769; fue el encargado de darle el nombre de Corriente del Golfo y quien promovió su uso para acelerar la entrega de correo entre los dos continentes, apoyado en sus fabulosas dimensiones: una anchura de entre 75 y 200 km, un caudal de 70 a 90 millones de m3 de agua por segundo y una velocidad de 4,5 km/h.
Pero la Corriente del Golfo no llega hasta Europa, sino hasta la altura de Terranova, justo donde se cruza con su contracorriente, la Corriente del Labrador, que baja cargada de témpanos desde las regiónes árticas. Más allá las cálidas aguas del Trópico aún tienen suficientes arrestos para seguir su viaje, ya como la Corriente del Atlántico Norte, hasta las costas gallegas.