Bicho come bicho. Las avispas paralizan con el veneno de sus aguijones a arañas, gusanos y otros artrópodos, que arrastran hasta sus madrigueras. Allí, los conservan vivos pero inmovilizados, para que sean devorados por sus crías en una escena atroz. Pero a su vez, las avispas son presa habitual de otro insecto mortífero: la mantis religiosa.

Matando larvas

Pero la ciencia ha aprendido a sacar provecho de esa tendencia de los insectos más feroces por matarse a mordiscos unos a otros, para revertirla en beneficio del ser humano.

Las plagas son de las peores pesadillas para los agricultores. La forma tradicional de combatirlas eran los pesticidas, pero las especies invasoras acababan por habituarse a estas sustancias, de tal forma que cada vez se necesitaban productos químicos más fuertes y en mayores cantidades para acabar con ellas.

La solución ha surgido de la propia naturaleza: usar a algunas de estas criaturas para controlar las plagas. En Almería, por ejemplo, los agricultores locales cuentan con una terrible aliada para luchar contra la amenaza que la mosca blanca supone para sus cosechas. Se trata de la Encarsia formosa, una avispa que es su enemiga natural. Las hembras utilizan las larvas de la mosca para poner sus huevos dentro de ellas. Cada avispa puede parasitar unas 250 larvas de mosca blanca, y devorar varias decenas.

Un ejército muy numeroso

Estos seres reconvertidos en aliados del ser humano reciben los nombres de “biorreguladores de plagas” o “insectos auxiliares”. Muchos laboratorios trabajan en la búsqueda del depredador perfecto para cada especie invasora.

Así, para acabar con el pulgón se utiliza el Aphidoletes aphidimyza, un díptero alado. Es letal hasta en estado larvario, ya que, cuando un pulgón pasa cerca de ella, la larva le inyecta rápidamente una toxina que lo paraliza, y luego le extrae todo su contenido. Otro remedio contra esta amenaza es Chrysopa carnea, que atrapa a los pulgones para alimentarse con su néctar y su capa gelatinosa.

Resulta muy difícil cuantificar el número exacto de efectivos que militan en el ejército de los biorreguladores. Solo en el bando de los ácaros, se calcula que existen varios miles de millones dispuestos a mantener nuestros cultivos a salvo de visitas indeseadas. Junto a ellos también cumplen esta clase de servicio las mariquitas, las chinches y ciertos tipos de avispas; todas, dispuestas a zamparse sin piedad a cualquier oruga, mosca y pulgón que se infiltre dañinamente en nuestras preciadas huertas.

Redacción QUO