La típica imagen que tenemos de la tortuga, revestida con su solemne e impenetrable caparazón de hueso y escamas, está a punto de cambiar. Un estudio con fósiles de 228 millones de años encontrados en la provincia de Guizhou, en China, indica a que estos reptiles no llevaban coraza en el periodo triásico, durante la era mesozoica.

Imaginarnos a las tortugas desprotegidas de esta manera nos puede resultar extraño, como si las estuviésemos observando completamente desnudas. El doctor Nicholas Fraser, del Museo Nacional de Escocia, en Edimburgo, señala que estos seres, pertenecientes a la especie Eorhynchochelys sinesis (que significa ‘Tortuga del amanecer con un pico de China’), «eran igual a las tortugas, solo que carecían del caparazón inferior y superior».

Lo más extraño es que sí tenían el sistema biológico desarrollado para crear su habitual protección, de ahí que este especialista, responsable de la sección de ciencias naturales del museo, se sorprendiese al ver los restos fósiles preparados para el análisis. «El andamiaje (como lo denomina) estaba listo».

Cómo se produjo la evolución de la tortuga sin caparazón a la actual sigue siendo un misterio. Nuevos descubrimientos implicarían conocer mejor las razones y mecanismos de este salto evolutivo: «Estamos esperando al próximo fósil para ver qué nos depara», continúa el Dr. Fraser. «De momento, vemos que este animal tiene unas costillas que comienzan a expandirse» y que luego evolucionarían en el caparazón que conocemos.

También explica cuál es la función de los caparazones de las tortugas: las ayuda tanto a protegerse como a vivir bajo el agua durante largos periodos de tiempo. Están formados por unos 50 huesos, con costillas y vértebras que se fusionan para crear una compleja y resistente capa externa, muy difícil de romper. «Son unos animales muy extraños… pero han sobrevivido 200 millones de años», concluye el Dr. Fraser.

Redacción QUO