Las tormentas son una de las manifestaciones más poderosas de la naturaleza, en muchas ocasiones producen inundaciones, daños en cultivos y fuertes rachas de viento.

Estas pueden venir acompañadas de aparato eléctrico, fuertes precipitaciones e incluso granizo y es que tanto la primavera como el verano son las estaciones más típicas para verlas. Al contrario de lo que se piensa, durante el invierno es bastante inusual que se produzcan tormentas y menos aún granizo, aunque no es imposible. Todo se basa en los ingredientes que se necesitan para que se produzcan y el calor presente en los meses de verano es fundamental.

Receta de una tormenta

Además de calor hay otros elementos necesarios como inestabilidad, humedad y aire más frío en las capas más altas. Como toda receta, estos ingredientes pueden mezclarse de forma diferente y dar lugar a distintos tipos de tormentas. No existen dos iguales y cada una tendrá sus propias características.

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Cuando en un día de verano se calienta la superficie terrestre, también lo hace el aire que se encuentra junto a ella. Este aire caliente es menos denso y pesa menos, por lo que se ve forzado a ascender. A medida que asciende, si en las capas superiores se encuentra con aire aún más frío del habitual, el vapor de agua presente en la masa de aire se condensa y comienza a formar las nubes. Este vapor de agua puede condensarse alrededor de núcleos de condensación (polvo, polen, partículas en suspensión, etc.) y empezar a formar las gotitas de agua que darán lugar a la precipitación.

Pero además estas nubes suelen tener mucho desarrollo vertical y alcanzar grandes alturas, en ocasiones hasta la tropopausa (10-12 km en nuestra latitud). Tan enormes son, que muchos aviones tienes que sortearlas porque no pueden atravesarlas ni pasar por encima. Con tal dimensión, es habitual que en su interior se generen corrientes ascendentes y descendentes. Estas corrientes arrastran las gotitas de agua que hay en la parte inferior hacia la superior de modo que a grandes alturas comienzan a congelarse. Cuando vuelven a bajar arrastran las gotitas de agua, que vuelven a ascender congelándose, formando así la piedra de granizo.

“Autopsia” del granizo

Precisamente estos ascensos y descensos dentro de la nube van a generar la piedra de granizo. Si tomamos una de estas piedras y la cortamos por la mitad podremos ver varias capas como en una cebolla. Cada una de esas capas nos indica uno de los movimientos ascendentes y descendentes dentro de la tormenta. ¡Es toda una “autopsia” meteorológica!

La zona con más tormentas de España

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En nuestro país se suelen producir tormentas en muchas zonas, especialmente las de montaña, pero hay una que destaca por la frecuencia e intensidad de estos fenómenos. El valle del Ebro es una de las zonas más tormentosas en España durante los meses de verano. La estación de Daroca (Zaragoza) puede registrar unos 17 días de media en total de días de tormenta en los tres meses de verano. Su localización cercana al Mediterráneo hace que la humedad llegue desde esta zona. Además, presenta una compleja orografía en la cual confluyen vientos que ayudan a generar inestabilidad. Las altas temperaturas en el valle del Ebro y sur de Aragón ponen el ingrediente final para que la comunidad sea una de las más tormentosas del país.

Redacción QUO