Esta versatilidad defensiva se ha comprobado en la vida de las anémonas de mar del género Nematostella. Estos animales consiguen que la receta mortal que les sirve de defensa y que les da de comer varíe en distintas ocasiones a lo largo de la vida. El objetivo principal de los cambios es graduar la potencia del veneno. Su tóxica ponzoña alcanza su máxima fuerza cuando aún están en estado larvario. En ese momento, son presas fáciles para los depredadores y solo así consiguen que no se les acerquen. Cuando crecen y ellas mismas se convierten en eficaces depredadoras, el veneno de este tipo de anémonas pierde potencia y se gradúa para la caza de gambas y de peces pequeños, los alimentos a los que están más habituadas.

Redacción QUO