Anteriores investigaciones en este campo sugerían que su fuerza estaba relacionada con aspectos mecánicos de los músculos, pero gracias al trabajo realizado en 2017 por un equipo del Colegio de Medicina de la Universidad de Arizona (Phoenix) se abrió un camino completamente nuevo. Dirigido por el Dr. Matthew C. O’Neill, este se centró en investigar las propiedades de las fibras musculares de chimpancés que habían sido congelados después de haber fallecido. Una forma de comprobar in situ si el músculo del animal generaba más fuerza por áreas o si este se acortaba con más rapidez que el humano, aumentando así la salida de energía.

Una vez concluido el trabajo, vieron que no existía realmente una diferencia notable en la forma en la que las fibras musculares de unos u otros se comportaban, pero sí en lo que a la longitud se refiere: las fibras de los músculos de los chimpancés tienden a ser más largas que las de los seres humanos, además, su distribución también es peculiar.

Comprobaron que los chimpancés poseen casi el doble de fibra muscular rápida, que les permite una contracción del músculo a más velocidad, pero con el inconveniente de que se cansan con más rapidez. En el caso de los humanos, los músculos están dominados por las fibras musculares lentas, de manera que la contracción se ralentiza, permitiendo que resistamos por más tiempo ejerciendo una actividad física.

Según los científicos, esto explicaría la mayor dependencia de los chimpancés en la escalada de árboles y la suspensión para poder sobrevivir. Por su parte, el mayor porcentaje de fibras de contracción lenta en los seres humanos ha mejorado nuestra capacidad de resistencia a los cambios evolutivos y que nos permitieron caminar de forma vertical y viajar largas distancias.

Fuente: BBC

Alberto Pascual García