El incendio que se ha desencadenado en el término municipal de la localidad portuguesa de Pedrógão Grande, se ha convertido en un auténtico infierno que ya se ha cobrado la vida de 62 personas. Pero, ¿por qué este suceso está resultando tan devastador y letal?

En Quo nos pusimos en contacto con Vicent Pons i Grau, ex jefe de bomberos de Valencia y director de Oficina Técnica de Ingeniería Forenses, empresa dedicada entre otras cosas, a analizar las causas de los incendios forestales, y a estudiar las mejores técnicas para prevenirlos y extinguirlos. Aunque ellos no están trabajando directamente en este suceso, en opinión de Pons i Grau, una de las principales causas del fuego ha sido lo que se conoce como combustibles vegetales finos muertos. «Si se observa bien las imágenes del incendio, se ve que pese a ser un terreno de eucaliptos, el fuego no se propaga por las copas, sino por el suelo», nos explicó. «Eso se debe a la acumulación de esos combustibles finos muertos que, en realidad, son polvo acumulado procedente de la hierba y las plantas resecas. Se forma así un manto que, al prenderse el fuego, se propaga casi como si fuese un reguero de pólvora».

En opinión del experto, se puede decir que se ha producido: «Una explosión de polvo. Que ha hecho que el fuego se propague, como mínimo a velocidades de 36 kilómetros por hora. Muy elevadas para un incendio. Lo que hace que sea realmente complicado poder controlarlo».

Según las informaciones existentes parece ser que, además en el caso del incendio portugués, ha acabado produciéndose lo que ahora se denomina tormenta de fuego o tormenta ígnea. » Yo prefiero usar la expresión que utilizan los anglosajones, fire blow, explosión de fuego, que me parece más acertada», nos dijo Vicent Pons i Grau.

Básicamente, lo que sucede en una tormenta ígnea, es que el aire sobre la zona incendiada se vuelve extremadamente caliente y sube rápidamente. El aire frío que se encuentra al nivel del suelo en el área circundante se apresura a ocupar el vacío dejado por el aire en ascenso, creando así fuertes vientos que proveen de más oxígeno a las llamas, alimentándolas y favoreciendo aún más su expansión.

Algunas de estas tormentas de fuego alcanzan temperaturas de 2.000 º centígrados, y diversos estudios han revelado que este fenómeno pudo estar detrás de los devastadores incendios que asolaron Londres o Chicago hace siglos.

Extinguir este tipo de fuegos no es sencillo. Tal y como nos explicó Vicens Pons i Grau: «Gran parte del agua que se arroja de los aviones se evapora antes de alcanzar las llamas. Es casi como colocar un extintor sobre un depósito de combustible a punto de explotar. Su efectividad sería casi nula».

Para el especialista, este incendio también ha puesto de manifiesto una vez más la ineficacia de los cortafuegos. «Es muy difícil controlar un fuego de este tipo hasta que no empieza a dar señales de agotamiento». nos dijo.

Vicente Fernández López