Que nuestro perro quiera meterse con nosotros en la cama, o que el gato dormite a nuestro lado en el sofá mientras vemos una película, nos parecen hoy las cosas más normales del mundo. Pero, seguro que muchos se han preguntado más de una vez, ¿cómo se las han apañado los animales para conquistar nuestras casas?

Tal y como explica el antropólogo Jared Diamond en su libro Guns, germs and steel, la domesticación de los animales fue uno de los momentos cruciales en el desarrollo evolutivo de nuestra especie. Eso nos permitió contar con ayuda extra para tareas pesadas como arar o transportar cargas, y favoreció el auge de actividades como la agricultura y el comercio.

Pero el especialista distingue entre dos tipos diferentes de animales domesticados. Aquellos que han sido entrenados para realizar una tarea, como los bueyes, los caballos… Y los que han llegado a desarrollar una relación de intimidad con el ser humano. O lo que es lo mismo, los perros y los gatos.

En el caso de los perros esa relación parece que surgió en Asia Central, hace unos 15.000 años. Una reciente investigación realizada por Adam Boyko, biólogo de la Universidad de Cornell, sugiere que la necesidad pudo empujar a muchos lobos y perros salvajes a acercarse a los humanos y acompañarles en sus partidas de caza, para quedarse con los restos de sus presas. Poco a poco, esos animales habrían empezado a colaborar con nuestros ancestros esperando alguna recompensa alimenticia. Y los humanos habrían acabado dándose cuenta de lo útil que era tener a estos animales a su lado, para usarlos como guardianes y aliados en la caza y en la lucha.

En el caso de los gatos, la colaboración pudo surgir hace unos diez mil años en la zona de Oriente Medio. Según las fuentes que maneja Jared Diamond todo sugiere que estos felinos se habrían ido acercando a las poblaciones humanas atraídas por los depósitos de grano. Y su presencia allí habría servido para ahuyentar las plagas de roedores.

Así, fruto de las circunstancias y del interés mutuo, perros y gatos se fueron introduciendo poco a poco en nuestras vidas y hogares. Y, ahora, ya no hay quien les haga bajarse del sofá.

Vicente Fernández López