Una abeja del oeste de Gales no hace el mismo sonido que una del sur. Hallar todos los acentos de esta región del Reino Unido es el objetivo que se ha puesto un equipo de investigadores de la Universidad de Cardiff que pretende demostrar hasta qué punto el entorno ha condicionado sus cualidades de comunicación.

Los dos pares de alas de una abeja pueden moverse hasta 11.000 veces por minuto. Al cortar el aire, sus tejidos vibran, provocando el clásico zumbido. Su interacción con las flores o el néctar, así como su respiración, también son factores que pueden determinar una diferenciación en el sonido. Hace pocos meses, también un equipo de investigadores de la Universidad de Stirling descubrió que los abejorros nacen con la capacidad de eliminar el polen de las flores a través del zumbido. Los científicos establecieron que tratándose de un comportamiento innato, estaría sujeto a un perfeccionamiento con el tiempo.

“Se cree que el sonido de una colmena puede estar influido por la salud de las abejas y su cercanía con el enjambre”, explica Les Baillie, profesor de microbiología de la Universidad de Cardiff.

Mediante la recopilación de fotografías y vídeos de abejas interactuando con plantas, los investigadores de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Cardiff esperan establecer el tipo de vegetación que mejor funciona para la producción de miel en la colmena. Se trata de una misión ambiental que ya ha conseguido atraer sonidos grabados por alrededor de 3.235 apicultores localizados entre el noroeste y el sur de Gales.

«Sus diferencias, en última instancia, podrían servirnos para ayudarnos en nuestro intento de descubrir que las plantas ayudan al máximo a las abejas. La recopilación de fotos, vídeos y archivos de sonido nos ayudará a entender dónde se localizan las brechas, lo que nos permitirá poner las plantas en los lugares corrientes para que las abejas sean más productivas”, aclara Baillie.

“Hemos estado haciendo nuestro propio campus de la universidad tan bee-friendly como nos ha sido posible, produciendo nuestra propia miel. Estoy seguro de que la cartografía de abejas a lo largo de Gales nos dará una visión más amplia acerca de cómo viven”, explica James Blaxland, investigador del proyecto y doctor especializado en Microbiología y Farmacia.

El proyecto, titulado Spot a bee (“Detectar a una abeja”) forma parte del Cardiff Universit’s summer of Innovation, donde se encuentran los projectos mejor valorados por la institución.

Redacción QUO