El número de tigres del planeta ha disminuido en el último siglo de 100.000 a unos 5.000, debido principalmente a la caza y la destrucción de su hábitat por parte de los humanos. Desde que empezamos a ser conscientes de esta tragedia ecológica, se han multiplicado los esfuerzos por reparar el daño y proteger la especie.
Uno de los principales programas de conservación se ha desarrollado en Nepal, donde el gobierno lleva más de una década fomentando zonas de expansión en torno a las reservas naturales. Las pequeñas comunidades locales se han preocupado de retirar sus ganados de esos territorios, para que no agoten los recursos alimenticios, y de organizar sus actividades agrícolas teniendo en cuenta el bienestar de los felinos.
Gracias a estas medidas, el número de tigres ha aumentado considerablemente, pero con una consecuencia trágica: los ataques a seres humanos son cada vez más frecuentes.
En un estudio publicado en la revista Biological Conservation, Bhim Gurung, de la Universidad de Minnesota, ha investigado estos incidentes entre 1979 y 2006 en el Parque Nacional de Chitwan. El total de víctimas se eleva a 88 y la frecuencia de las agresiones ha pasado de un 1,2% anual en las dos primeras décadas del estudio a un 7,2% desde 1990 hasta ahora.
Ante el conflicto que se plantea, Gurung propone una combinación de medidas educativas, para fomentar la precaución de la población, y tecnológicas, para tener controlada la localización de los felinos en cada momento.

Pilar Gil Villar